viernes, 19 de agosto de 2011

¿Tolerancia?

Hace poco me desayuné con el asuntito de la marcha por la familia, evento organizado por un colectivo que busca declarar como ilegítima cualquier intención de legalizar la unión homosexual en Chile.

Después de escuchar vagamente los comentarios del noticiario, pensé, en realidad, que tenían ellos también todo el derecho de armar cuanto escándalo quisieran, al igual que los homosexuales cuando salen a marchar por las calles de Santiago. Sin embargo, no fue hasta que el periodista se acercó a la multitud para preguntar el motivo que los convocaba, que me di cuenta de la absoluta desnutrición intelectual de estos personajes. Había de todo, desde los infaltables colectivos evangélicos de tipo “¡te irás al infierno pecador!” hasta los grupos nazis que intentaban – en sus precarias palabras – exterminar la inmundicia y la depravación para salvar a la familia chilena. Entremedio de tanta frase célebre se podía encontrar también la más amplia gama de seres: lesbianas y gays todavía en el closet inflando el pecho (ellos intentando poner voz de hombre y ellas de señoritas) para que papi y mami se sintieran orgullosos del macho o la hembra que habían parido y que salía en la tele defendiendo sus mismos “valores morales” y probablemente cristianos. Como olvidar al joven Elvira Tagle (UDI) que con aquel vozarrón que ya quisiera cualquier camionero o maestro de la constru, declaraba algo así como: “no queremos la unión homosexual”. O, el joven dirigente evangélico Claudio Rivera que declaraba algo aún más sorprendente: “son espíritus que se meten en las personas” con una voz de colibrí que hacía sospechar que pertenecía más bien al coro de los niños cantores de Viena.


Ok, ok, ok. En realidad, hasta aquí, pueden decirme que todo esto es simplemente más de lo mismo, nada novedoso que permita siquiera un levantamiento de ceja. Es cierto. Siempre he asumido y asociado la incapacidad de apertura hacia otras maneras de vida como una directa consecuencia de la ignorancia y el deficiente desarrollo del encéfalo. Sin embargo, lo que sí me sorprendió y que me dejó con el desayuno a medio tragar fue la desfachatez de algunos de estos manifestantes al exigir tolerancia. ¡¿Tolerancia?!, me pregunté a medio camino del horror, y corrí de inmediato al mejor y más actualizado diccionario que tengo en la casa (el de la RAE). Busqué el término y encontré: "Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”. Y luego me pregunté con hartas ganas de qué diablos estábamos hablando. Tolerancia, repetía mi mente. ¿tolerancia a qué? Este grupo pedía tolerancia ante su vivo deseo de mantener los “valores” tradicionales que configuran el concepto de familia como la unión entre un hombre y una mujer. Entendí entonces que se le estaba pidiendo tolerancia a los grupos homosexuales que buscan lo contrario, es decir, la unión entre un hombre y un hombre o entre una mujer y una mujer. Según decía el Sr. Agustín Zamora, quien dirige la agrupación “Transforma Chile”, existía una gran inconsecuencia de parte de la comunidad homosexual al intentar abuchear la marcha por la familia, cuando ellos mismos pedían tolerancia a la sociedad para materializar su deseo por la unión de dos personas del mismo sexo. Justo en ese momento pensé yo -con la sensación de que es bien fácil engañar a las personas-, que existe una gran incomprensión con respecto al término en cuestión: la tolerancia, tal como señala el diccionario, sólo es posible cuando existe un RESPETO por las ideas que profesa el otro, es decir, cuando me doy cuenta que ambas posturas deben y pueden convivir en paz. Sin embargo, cuando dos posturas que son contrarias no sólo buscan su objetivo particular (en este caso el fortalecimiento de la familia y la aceptación de la unión civil homosexual), sino también la eliminación del bando opuesto, no podemos bajo ningún punto hablar de tolerancia. La tolerancia sólo es posible cuando dos posturas dialogan, pero no es posible cuando una de esas posturas busca la eliminación de la contraria. Los homosexuales nunca han solicitado nada que vaya en contra de lo heterosexual. Sus claras propuestas no se dirigen nunca hacia la destrucción de un grupo o de una idea, sino a la modificación de legalidad matrimonial actual. Muy, pero muy por el contrario, los grupos heterosexuales, como el de la marcha por la familia, se fundan y crecen con el objetivo de eliminar la propuesta solicitada por los homosexuales. Resumiendo: tenemos dos grupos, el homosexual y el heterosexual. El primero solicita que se le reconozcan sus derechos de convivencia en pareja. El segundo solicita que no se les reconozcan, ¿de qué manera podemos así hablar de tolerancia? No se puede. Sí se puede hablar de tolerancia cuando los homosexuales se acercan a la comunidad con toda su parafernalia yegüística para decir democráticamente “aquí estamos”, pues en ese caso lo que se busca es mostrar el propio pensamiento que nada tiene que ver con acallar a otros. Marchas como la marcha por la familia no sólo buscan mostrarse para proclamar que la familia debe ser una unión entre un hombre y una mujer, sino que también para enfatizar el deseo implícito y explícito de la eliminación de la propuesta homosexual. Así, ¿de qué diablos habla este grupo cuando pide tolerancia? O el concepto necesita re definirse en uno que acepte la transgresión y la violencia, o es necesario que estas personas reciban con suma urgencia un diccionario de regalo.