martes, 3 de mayo de 2016

El capitán salió a comer y los marineros se tomaron el barco - CHARLES BUKOWSKI


 

Había olvidado que no había comentado sobre este libro. Tenía varios otros que aún no subía a la red, pero ahora que ya lo hice, comienzo a ponerme al día con estas palabras que no son tan mías ni tan de nadie. Se agradece siempre a quienes comparten un par de palabras y nos hacen ver, como Rose esperando ser rescatada, que en medio de toda la oscuridad y silencio aún continúan existiendo personas con voz.

Bukowski, su solo nombre lo expresa todo y este texto no es la excepción. El libro trata de sus memorias desde que aprende a usar el computador y deja de lado la máquina de escribir. Sus reflexiones en torno al oficio de narrador y las ideas que aparecen en su mente cuando se da cuenta que a pasos agigantados se le acerca la muerte. Creo que es un libro conveniente para quienes gusten de esto de sentirse escritorcillos de vez en cuando, para conocer los pensamientos de un grande en torno a una ocupación tan poco delineada.

La verdad no recuerdo mucho más. Como todas las cosas grandes, queda el recuerdo grato del sabor a pesar de haber engullido el plato hace rato. Muy recomendable.
 
P.D. Quisiera agregar a modo de post data que, como todo buen plato, es necesario comerlo de a poco. Por tanto, una próxima lectura de Bukowski queda relegada al tiempo que en su momento pondrá en mis manos y frente a mi vista algunas de sus páginas.

NO FICCIÓN - Alberto Fuguet


En realidad era cosa de tiempo esto de que Alberto Fuguet se atreviese a declarar su homosexualidad frente a la sociedad, cosa familiar reprimida y censurada, yo creo. Y No ficción, su última novela, funciona de esta forma; como un largo discurso entre dos personajes que poco tienen de ficticios: entre un hombre homosexual que va al departamento de su mejor amigo para informarle que va a escribir sobre la relación que ambos mantuvieron. Mientras uno se esfuerza en meter el dedo en la llaga del otro incitándolo para que se reconozca como gay y salga del closet y la pase bien, el otro, el dueño de casa, se niega y le repite a lo largo de todo el libro que él no es gay y que lo que ambos tuvieron sólo fueron encuentros de dos muy buenos amigos yuntas casi hermanos. Y así como ya lo avizoraba Pedro Lemebel en sus análisis de las interacciones de futbolistas, para ser dos muy buenos amigos hombres o dos jugadores de futbol abrazándose acaloradamente después de un gol, algo de homosexualidad tiene que haber escondida por ahí.

El libro se compone como una novela / guión corta, con tintes fílmicos, sin olvidar el largo currículo de su autor en el séptimo arte, que se hace interesante solo para quien quiera saber qué sucede  entre dos hombres que en algún momento se sintieron heterosexuales pero que a medida que envejecen se dan cuenta que por ahí no va la cosa. A medida que leía intentaba mirar el libro desde un punto de vista distinto y la verdad es que no entretiene mucho, como digo, si uno no está interesado en conocer lo que sucede en un cuadro así. Para añadir más sabor a la comedia, y esto quizá para el gusto de psicólogos, uno de los personajes es limítrofe y suele cortarse los brazos para aliviar su malestar. Lo que (me) sorprende de esto, es el giro erótico que el autor le da a este asunto, al hacer que su personaje “asumido” encuentre placer tocando esas llagas corporales. Habrá que estar en la piel del otro, en realidad. En cosas de gustos no hay nada escrito. Me pareció interesante eso sí la lejanía de los personajes con los estereotipos tradicionales del sujeto limítrofe y homosexual, es decir, el texto fue escrito con conocimiento de causa, “desde adentro”.

Me gustó mucho el final. Se produce una interacción con el público lector que siempre es bienvenida, algo así como a un cerrar de ventana, como un “hasta aquí no más”, parecido a lo que hace Thomas Harris en ¿El silencio de los inocentes o en Hannibal?, cuando Clarice Starling y Hannibal Lecter se mudan a Buenos Aires y el narrador nos indica a los lectores que mejor (por nuestro bien), los dejemos solos y tranquilos. De esa forma se cierra también la historia de Fuguet, con la petición de uno de los dos personajes de que esa parte que sigue no sea incluida en el texto.

El libro llegó a mis manos como regalo de navidad. Lo quería porque me gusta la obra de Fuguet, rápida, de hartas comas, de pocas divagaciones y porque había escuchado que la novela era algo polémica pues constituía la declaración de su larga y sospechada homosexualidad. A diferencia de otros, esta narración no se orienta tanto al asunto de las clases sociales –aunque siempre está presente de forma soterrada- sino que fantasea con las interacciones entre dos sujetos en puntos de vida distintos.

 

 

El vendedor de pájaros - HERNÁN RIVERA LETELIER


Ayer intenté redactar algunas líneas sobre este libro pero me di por vencido y boté el archivo. Hoy lo intento de nuevo. Me preguntaba si será necesario o suficiente que hable de todos los libros que leo o solamente de aquellos que vale la pena hablar. ¿Suficiente para quién? Ni siquiera sé si alguien lee estos comentarios o si sirven a alguna persona para encaminar sus futuras lecturas. Quizá. En este momento estoy leyendo a Bukowski, pero escribo esto para hablar de otro, de Hernán Rivera Letelier, otra vez más.

Hace algunas semanas terminé de leer el vendedor de pájaros y a pesar de que lo abrí con todo el entusiasmo que los libros de rivera Letelier me hacen sentir, a poco avanzar me empezó a dar una sensación de modorra tal, que no supe muy bien si continuar o no. Como era un libro corto, seguí adelante, y afortunadamente así, pues las últimas partes logran salvar del fiasco a esta novela.

Nuevamente nos topamos con el mismo paisaje, la salitrera, y todos los personajes que en ella sobreviven, como termitas royendo un tablón medio podrido. La historia esta vez era de un sujeto que se baja en una estación de trenes “DESOLACIÓN”, donde nadie más se bajaba, por un dolor de muelas. Es ahí cuando comienzan a entretejerse los hilos de este señor y las señoras habitantes de la oficina. Nuevamente nos topamos con sus personajes clásicos, la puta, el afuerino, el tren, el burdel. Organizados de una forma distinta pero no tan novedosa, en realidad. No contaré del libro, para eso tienen que leerlo y además me da un poco de flojera hacerlo. No recuerdo mucho ya. Bueno ya, a ver. Un grupo de mujeres que se juntan para planificar una rebelión feminista contra los abusos del jefe amo y señor de la oficina. Ni contarles cuando los de arriba se enteran de los planes: llovieron las balas, torturas y bofetadas. El vendedor de pájaros al medio, amarrado a un cepo expuesto durante varios días al calor infernal del desierto. Por supuesto que no faltó su enamorada (este vendedor es una versión algo distinta pero finalmente nos refiere al mismo personaje que ocupa en Historia de amor con hombre bailando, algo distinto al Cristo de la resurrección), dispuesta a dar la vida por este hombre encantador.

Tengo sentimientos encontrados con este libro. Todo el mundo dice que chiste repetido no termina siendo muy bueno y me pasó con éste que la estrategia que utiliza el autor para cerrar la historia, es la misma –pero en otra versión, claro- que ocupa en Los trenes se van al purgatorio. Esta última novela resulta sublime y deja al lector con un nudo en la garganta porque el final es legítimo, honesto, a diferencia de El vendedor de pájaros. En este último libro el autor, con todo el respeto que me merece porque es un buen escritor, utiliza una fórmula ya hecha y ya utilizada en una historia distinta, restando calidad al conjunto.

No me gustó mucho el libro, lo encontré flojo y a ratos divaga mucho en situación que no convocan ni contribuyen a la historia final. Espero que las próximas obras de Hernán Rivera Letelier tengan la calidad que encontrábamos en sus primeras líneas.