
Hace algunas semanas terminé de
leer el vendedor de pájaros y a pesar de que lo abrí con todo el entusiasmo que
los libros de rivera Letelier me hacen sentir, a poco avanzar me empezó a dar
una sensación de modorra tal, que no supe muy bien si continuar o no. Como era
un libro corto, seguí adelante, y afortunadamente así, pues las últimas partes
logran salvar del fiasco a esta novela.
Nuevamente nos topamos con el
mismo paisaje, la salitrera, y todos los personajes que en ella sobreviven,
como termitas royendo un tablón medio podrido. La historia esta vez era de un
sujeto que se baja en una estación de trenes “DESOLACIÓN”, donde nadie más se
bajaba, por un dolor de muelas. Es ahí cuando comienzan a entretejerse los
hilos de este señor y las señoras habitantes de la oficina. Nuevamente nos
topamos con sus personajes clásicos, la puta, el afuerino, el tren, el burdel.
Organizados de una forma distinta pero no tan novedosa, en realidad. No contaré
del libro, para eso tienen que leerlo y además me da un poco de flojera
hacerlo. No recuerdo mucho ya. Bueno ya, a ver. Un grupo de mujeres que se
juntan para planificar una rebelión feminista contra los abusos del jefe amo y
señor de la oficina. Ni contarles cuando los de arriba se enteran de los
planes: llovieron las balas, torturas y bofetadas. El vendedor de pájaros al
medio, amarrado a un cepo expuesto durante varios días al calor infernal del
desierto. Por supuesto que no faltó su enamorada (este vendedor es una versión
algo distinta pero finalmente nos refiere al mismo personaje que ocupa en Historia de amor con hombre bailando, algo
distinto al Cristo de la resurrección), dispuesta a dar la vida por este hombre
encantador.
Tengo sentimientos encontrados
con este libro. Todo el mundo dice que chiste repetido no termina siendo muy
bueno y me pasó con éste que la estrategia que utiliza el autor para cerrar la
historia, es la misma –pero en otra versión, claro- que ocupa en Los trenes se van al purgatorio. Esta
última novela resulta sublime y deja al lector con un nudo en la garganta
porque el final es legítimo, honesto, a diferencia de El vendedor de pájaros.
En este último libro el autor, con todo el respeto que me merece porque es un
buen escritor, utiliza una fórmula ya hecha y ya utilizada en una historia distinta,
restando calidad al conjunto.
No me gustó mucho el libro, lo
encontré flojo y a ratos divaga mucho en situación que no convocan ni
contribuyen a la historia final. Espero que las próximas obras de Hernán Rivera
Letelier tengan la calidad que encontrábamos en sus primeras líneas.
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