jueves, 14 de julio de 2022

CAMANCHACA - Diego Zúñiga

Cuando estaba en el magister en literatura en la UdeC, la última chupá del mate era la autoficción. Ese tipo de escritura que tomaba al escritor como personaje y lo introducía en las historias, dejando al lector siempre en ascuas sobre la veracidad del texto. El procedimiento clásico era mantener las primeras letras del nombre y apellido, un alter ego que terminaba siendo siempre más ego que alter. Alejandro Zambra era el de moda por entonces (¿lo sigue siendo o no?, tengo una amiga francesa que leyó Poeta Chileno y quedó rayando la papa) pero hubo otros antes y claramente vinieron nuevos después. Me atrevo a decir que El texto CAMANCHACA de Diego Zúñiga, corre por esos mismos carriles.
Lo compré por buscalibre porque había escuchado que era de las jóvenes promesas (menores de 40 años) y me gusta acercarme a aquellos textos que están bien clasificados. Claro, alguien podría decir, ¿es evidente, no? (evidente eso de acercarse a textos bien clasificados, que se entienda) Pues sí y no. Está bien clasificado Ulises pero luego de mi acercamiento decidí mi alejamiento jaja. La verdad, hay textos que gozan de mucha fama pero que no cumplen uno de los requisitos indispensables para mí: que entretengan. Aunque sean un rompecabezas gigante pero que entretengan. Vargas Llosa ya lo dijo, la literatura, la lectura, debe hacerte olvidar que hay mundo más allá de la página que estás leyendo. Y eso no pasa con todos. De hecho, no pasa con muchos de los llamados textos de excelente calidad: DeLillo, el último con que viví esa experiencia, pero tampoco me pasó con Faulkner, Woolf [solo en Las Olas], Coloane [encontré horrorosamente escrito Cabo de Hornos] y así muchos otros. 

¿Acaso será posible olvidarse del mundo cuando lees algo que te recuerda constantemente que no estás entendiendo nada?, ¿o será que el masoquismo llega a tal punto que es necesario también algún tipo de autoflagelación intelectual? 

Una vez en clases con el ahora fallecido profesor Juan Zapata Gacitúa, mi profesor guía de tesis del magister, escogí leer un libro de Enrique Lihn para exponerlo a los compañeros. ¡Qué mierda!, no entendí nada. El libro voló para todos lados en mi dormitorio de entonces porque de verdad me frustraba no saber qué diablos quería decir el Sr. Lihn. Mi exposición partió de esa forma: primero, debo aclarar que no entendí casi nada. Y entonces el pequeño profesor se pone de pie y acota: "eso es porque Enrique [de quien el profesor era amigo], escribe solo para unos pocos". ¡Qué mierda!, y ¿para qué entonces esforzarse en tipear si no quieres que la gente te entienda? Para mí, un completo sin sentido que, claramente, le resta calidad a un texto.
Sin más dilación, nada de eso me pasó con el texto de Zúñiga.

Compré CAMANCHACA por lo que comenté arriba. Y lo empecé a leer y me encantó. Me gustan mucho las historias íntimas en que el personaje descubre su mundo interno casi solamente a través de sus acciones. Nada de "hacía esto pensado esto otro", no. Diego nos ofrece un panorama que describe con claridad a los personajes y a sí mismo en esta suerte de viaje autoficcional hacia el norte de Chile. Un joven que a través de la memoria va narrando hechos que configuran quién es la persona que viaja hoy. Temas presentes: una lista de compras que nunca alcanza a completar, un checklist de vida en que la mayoría de los eventos quedaron fuera. Una perrita moribunda, una prima, un tío muerto en circunstancias poco claras. Baja de peso, le dice el Tata a nuestro personaje novelizado que fuera de las páginas también sufre de bastante sobrepeso. Come sano, haz actividad física, cree en Jehová y no toques a tu madre o no permitas al menos que te seduzca. Interesante esta última parte, léanlo (no sé por qué cada cierto tiempo los escritores se obsesionan con el tema del incesto).

El libro está compuesto como pequeños párrafos, algunos más largos que otros, distribuidos a lo largo del texto entero. Si no supiéramos español, de hecho, podríamos pensar que se trata más bien de un texto de poesía, o de pequeñas crónicas, o de ínfimas reflexiones estilo libro Jodorowsky. Pero ni lo uno ni lo otro: se trata de una novela compuesta de esa forma, alternando épocas, escenarios, personajes en antes y después que a pesar de la a veces confusión, termina subyugando al lector frente a la narración de hechos cotidianos que reflejan algo más profundo. Un mapa que alumbra lo interno a partir de los movimientos corporales que sugieren. Somos gordos porque hemos decidido crearnos una coraza de grasa para blindarnos del exterior, dirían los psicodinámicos. 

Buen libro. Quedé con ganas de conocer más la literatura de Zúñiga. Claramente cuando vuelvan a bajar los precios volveré a buscar algún otro título.

SOBRE EL DUELO - Chimamanda Ngozi Adichie

Unas pocas palabras para este breve texto que terminé de leer hace poco. No pensé que se pudiera sufrir de esa forma, menos por la muerte de un padre de 85 años cuyo fin es evidente y esperable. Compré el libro creyéndolo un grueso mamotreto. Me llegó un pequeño folletín con el nombre "SOBRE EL DUELO".
Por un instante pensé que era un libro teórico, que abordaría la experiencia del duelo desde algún planteamiento psicológico o algo así, pero no, equivocado estaba. El libro habla del proceso de duelo que vive la escritora al enterarse de la muerte de su padre, en Nigeria, mientras ella está en Estados Unidos. No es "mientras" en el sentido de que tuviese que volver a su país o algo así. Es un "mientras" que plantea lejanía, residencia lejos de la casa materna/paterna, en época de coronavirus, en época en que no hay posibilidad de volver a casa para despedirse. El libro debería llamarse entonces "SOBRE MI DUELO", o presentarse a partir de un nombre más vinculado a la propia vivencia. 

No había leído a Chimamanda, primer texto suyo, y luego de leerlo, quedé con ganas de más. 

A través de sus páginas, "Sobre el duelo" nos transmite todo el dolor que Chimamanda vivió, un dolor inconmensurable (rara vez se puede ocupar esa palabra que en su propia gigantez de signo lingüístico refleja lo enorme de su significado), inmedible, que la deja sin habla y sin imaginación. No había consuelo posible más que el dormir. No había pésame más adecuado que el silencio. Pensó en sus propios pésames entregados previamente a amigos / familiares / conocidos y le parecían ahora ridículo. "Entiendo lo que sientes" --> ¿lo entiendes?; "está en un lugar mejor" --> ¿lo está?, ¿por qué se fue?

 
El libro repasa el dolor desde el primer golpe hasta el momento de la última página. Última página en que Chimamanda toma conciencia de que ha empezado a hablar del padre en tiempo pasado. En psicología, al momento de aplicar pruebas proyectivas, cuando al evaluado se le muestra una lámina (como una lámina del test de Rorschach) y no halla qué decir, se le califica como "shock a la lámina". Tan potente la desconfiguración de la imagen, que la deja sin palabras, sin ideas. Así, esa última página en que Chimamanda cambia el tiempo verbal, puede leerse a partir del mismo principio. Shock a la idea del pasado presente. Del pasado que se hace presente en la forma de un padre transformado ahora en cadáver.

martes, 5 de julio de 2022

DON DELILLO - El hombre del salto

Cierren los ojos, queridos lectores pensantes. 
Y en esa oscuridad imaginen un sujeto que toma una hoja en blanco y le hace agujeros, algunos más grandes, otros más pequeños. 
Ahora nuestro hombre imaginario extiende ese papel sobre otra hoja de papel y se sienta a escribir la que cree ser la mejor novela de su vida. Escribe, escribe, escribe y cuando ya la ha terminado, levanta orgullosamente el papel agujereado y revisa la escritura que quedó debajo. 
Lleva esos trozos de texto a una editorial, lo publican y con el tiempo aquellos pedazos son calificados como una de las mejores escritas, cautivantes, apasionantes, atrapantes (aquí pueden llenar ustedes con su mente todo ese tipo de calificativos)... novelas de la historia. 
Y es catapultada a la fama. Y recibe el nombre de EL HOMBRE DEL SALTO.
Lo compré porque leí que DeLillo era uno de los preferidos de Paul Auster (que es uno de los preferidos míos). Asumí equivocadamente que alguna congruencia encontraría entre ambos estilos literarios. Pues, ¡qué equivocado estaba! Paul Auster es agua fresca, DeLillo es agua estancada y llena de barro. 

La historia de El hombre del salto parte medianamente bien. Un sujeto caminando desorientado y lleno de polvo por Manhattan luego del atentado de las Torres Gemelas el año 2001. El sujeto lleva un maletín en la mano, un maletín que no es suyo. Así llega a la casa de su ex mujer y comienza el entramado de letras. 

Cada cierto rato es posible notar cierta coherencia en la historia y algo se deja ver. Cuando así ocurre, leemos que Keith, el protagonista, intenta devolver el maletín a su propietaria. Se lo devuelve, vive cerca del Central Park. Lianne, su esposa, dirige un club de escritura para adultos mayores con Alzheimer. Su propia madre tiene esta demencia y por tanto se relaciona más con el novio de ella, un coleccionista de arte siempre ausente. Su marido está siempre ausente también, y juega poker. Entre medio, la narración de uno de los terroristas que con los días se tomará el avión. Todos los que viven, viven por el plan divino de la realización del nuestro, le dice una especie de maestro.
Al fondo de todo, como telón sobre el cual el narrador plantea su creación, un artista desconocido que suele colgarse con arneses en distintos puntos elevados de la ciudad, imitando al tristemente famoso sujeto que cae cabeza abajo de una de las torres gemelas. Si no me equivoco, esa foto ganó un premio, ¿no? Un hombre que cae al abismo con el fondo pintado por las correas de la torre que le antecede. Al final del libro el sujeto muere de causa natural, el personaje, digo, de un ataque al corazón o algo así. 

Por esa foto y por el personaje artista imagino que el libro se llama como se llama. Creo que eso fue todo. Si algún mérito literario tiene, lo escondió muy bien pues para mí la lectura debe ser capaz de transmitir coherencia al tiempo que narración. Y este no logró ninguna de las dos. Parecido fue cuando leí uno de Faulkner (cuando entierran a la mamá que se acaba de morir, ¡ah!, mientras agonizo se llama). No logré enganchar con ese tampoco y lo leí más bien porque Faulkner y Faulkner y bla bla bla. DeLillo, DeLillo y bla bla bla, digo ahora. No sé si han visto alguna vez la película INLAND EMPIRE DE DAVID LYNCH, un espanto de 3 horas inconexas que solo vemos porque quien la filmó es el no menos grandioso Dios Lynch. 

No sé si DeLillo será el dios de alguien, pero será una fe que no profesaré con ningún otro texto suyo. No amén.