miércoles, 28 de diciembre de 2016

EL MISTERIO DE SALEM'S LOT - Stephen King



  El Misterio de Salem’s Lot llegó a mis manos casi como un parto. Lo esperé mucho tiempo y cuando llegó, quedé fascinado. Lo había pedido a Book Depository y supuestamente no tardaría más de un mes. ¡Demoró tres! Yo daba el libro ya por perdido cuando un amigo me llama para decirme que había llegado un sobre a su casa procedente de Reino Unido con mi nombre como destinatario.

Ahí estaba, por fin. Realicé el procedimiento habitual. Lo olí, lo miré, me fijé que todo estuviera en orden y lo dejé en el estante de los libros no leídos. Ahí se quedó casi por un año hasta que hace un par de días (25 para ser exacto), lo saqué y comencé a leerlo. Había intentado iniciarlo antes, pero no enganchaba. Leía las páginas y a pesar de que conocía cada una de las palabras (obvio, estaba en español) no quedaba el significado de las oraciones dentro de mi mente. Esto es grave, pensé. Pero luego recordé que venía saliendo de los dos primeros libros de la trilogía de Bill Hodges (Mr. Mercedes y Finders Keepers) y que, además, Salem’s Lot había sido escrita en los primeros tiempos de King, cuando aún era un joven imberbe. Todo comenzó a calzar. Era evidente que la prosa era distinta y que a pesar de que es posible notar a King en todo su esplendor, era un libro que correspondía a otra época, a otro momento del escritor: todavía no conocía a Tabitha (a quien suele agradecer en la mayoría de sus textos), todavía no tenía sus hijos, es decir, vivía un mundo completamente distinto al actual, lo que inevitablemente tenía que ver con su forma de escribir. 
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No tenía idea de lo que trataba Salem’s Lot cuando abrí su primera página, y los primeros contratiempos de lectura fueron dando paso a una narración concisa y bien estructurada. El libro contaba la historia de un joven escritor (Ben Mears) que decide volver al pueblo donde nació, Salem’s Lot, para recabar información sobre una antigua y terrorífica casa, la casa de los Marsten, con el objetivo de adquirir material para un libro que está escribiendo. Por esta razón llega nuestro protagonista a Solar (traducción de lot, creo), en su viejo Citroën, recordando el momento en que de pequeño se había atrevido a entrar a la vieja mansión, como un juego infantil. El problema fue que la casa Marsten no era solo  una casa abandonada, sino una en que un padre había asesinado a su familia para posteriormente ahorcarse (suena familiar ahora que lo escribo, ¿no? ¿Amityville?, ¿quizá?) El asunto es que cuando el chico entra a la casa, ahora abandonada, decide subir al segundo piso como desafío personal, para encontrarse ahí, frente a frente, muchos años después del crimen y suicidio, con el cadaver del Sr. Marsten colgando aún del techo con los ojos abiertos y observantes. El chico sale corriendo y no vuelve más. Hasta que muchos años después decide regresar por su novela.

A medida que avanza la historia, Ben comienza a incorporarse a la vida del pueblo: conoce a su gran amor, Susan Norton, a su familia y comienza a hacerse de algunos amigos. Se da cuenta en sus investigaciones que la casa Marsten ha sido comprada por Richard Throckett Straker, para instalar con su camarada, Kurt (¿conde?) Barlow, una tienda de muebles antiguos. A pesar de que nadie lo ha visto y solo se presume su existencia, Barlow comienza a presentarse por las noches a los habitantes de Salem’s Lot, golpeando las puertas de su casa o apareciendo en las ventanas de las personas preguntando si puede pasar (un vampiro solo puede pasar si es invitado a entrar). La mirada del vampiro es cautivadora y quien le ve no puede salir ya más de su embrujo. Es por eso que todo el pueblo empieza a caer y a convertirse en monstruos chupasangres. Las personas de siempre comienzan a desaparecer: el encargado del vertedero, los hermanos Glick primero y luego toda la familia, etc. Los que mueren vuelven de la muerte y le temen al sol.

Como en la mayoría de las novelas de King, el grupo de salvadores se conforma de unos pocos que han quedado libres de Barlow: Ben (a Susan la vampirizan cuando va a casa de Barlow junto a Mark para matarlo), Mark (el joven que logra escapar), Jimmy (el médico del pueblo), el padre Callahan (el cura), Matt (el profe mateo que muere de un ataque al corazón mientras está en el hospital y que amerita la tremenda frase de Ben: “la muerte de Matt me hace pensar que Dios apartó su vista de nosotros”, cosa tremenda si estás luchando contra vampiros). Estos salvadores se reúnen para hacer frente al malvado Barlow, pero uno a uno empiezan a morir, hasta quedar reducido el grupo a solamente dos de ellos, los dos que logran escapar a otro país escapando del mal. El libro se abre presentando aquel final (Ben y Mark llegando a México para reconstruir sus vidas) y es desde ahí que la narración nos muestra el camino que nuestros dos sobrevivientes han debido seguir para llegar hasta ese punto. 

El misterio de Salem’s Lot pertenece a las obras escritas en un primer tiempo del maestro. Fue redactada incluso antes que Carrie, pero publicada algunos años después. En la novela, King presenta a los vampiros de una forma clásica, como monstruosos seres diabólicos llenos de odio y ansias por sangre humana. El autor se olvida de todo aquel boom rosado del último tiempo que intenta mostrar a los vampiros como seres sexuales, humanizados y erotizados. Opta por el odio en vez de la seducción, lo que acerca la obra más a las lecturas tipo Drácula y la aleja de los libros tipo Crepúsculo de Stephenie Meyer (ya sabemos de dónde viene la rivalidad, si es que puede ocuparse el término). Presenta a un Barlow lleno de elegancia pero ausente de caracteres sexuales. Es un monstruo disfrazado de humano que solo se acerca a estos últimos para robarles su alma y dejarlos convertidos en trapos de cuero y pelo.

El libro me sorprendió. Fue escrito por King antes de los 30 años y ya podemos ver la maestría de la narración, que no cae en absurdos, y que presenta personajes con los que lector logra vincularse, dotando a la obra de verosimilitud, algo especialmente difícil al hablar de entes tan populares e imposibles como los vampiros. Dudamos porque los personajes dudan. Y si los personajes dudan en su mundo ficcional, entonces reaccionan como nosotros si nos viésemos enfrentados a circunstancias similares. Y si reaccionan como nosotros, entonces la obra es verosímil y el pacto ficcional funciona. Pocas veces he sentido miedo al leer un texto. Uno finalmente lee por entretención y no porque te genere miedo, pero con Salem’s Lot fue un poco distinto. 

Excelente libro. Recomendable para las noches de invierno y para todos aquellos que duermen con una ventana a la vista. 526 páginas de puro terror.

lunes, 5 de diciembre de 2016

AEROPUERTOS, Alberto Fuguet



Mala Onda fue el primer libro que leí de Fuguet. Me gustó el título –todo adolescente pasa por un momento en que un nombre como aquél le identifica- y luego me gustó por su contenido. Vivía en la época en que ser joven y no querer nada con la vida me parecía “cool”. Estaba un poco fuera de foco, como veo ahora desde mi joven adultez. Después de Mala Onda leí varias otras obras suyas (este es el momento en que abro Wikipedia y me doy cuenta que de las ocho novelas que ha publicado, he leído siete, solo me falta la última, Sudor, que no he podido leer porque la venden muy cara) y con todas fui quedando fascinado. Me gusta mucho Fuguet, y a pesar de que es casi mal visto reconocerlo en público (o en un blog) y que a muchos connotados no les agrade, no tengo problema en decirlo. Me gusta porque retrata abierta y brutalmente los choques humanos a través de sus personajes y la acidez de sus existencias. Un amigo me dijo este fin de semana recién pasado mientras comíamos una chorrillana al lado de la playa de Tomé que justamente no le gustaba por eso "no me gusta porque todos sus libros son lo mismo", me dijo. Bueno, en cosa de gustos no hay nada escrito. Uno busca los estilos, y si hay alguno que te agrade, bueno, continúas tu camino por esa vía.


Aeropuertos es la sexta novela del escritor. No había escuchado nunca de ella hasta que la vi en oferta en Buscalibre. Valía 3000 pesos más o menos, así que no dudé en comprarla. Cuando llegó la apilé entre los libros por leer y seguí con el del momento, uno de Stephen King, creo. Cuando por fin empecé a leerla me enganchó casi de inmediato. Digo casi porque siempre es difícil acostumbrarse a nuevos personajes cuando uno acaba de leer otro texto. Es casi como irse de intercambio a otro país con otra familia. Hay que acostumbrarse a sus formas de ser, sus mañas, etc. Eso mismo pasa con la lectura y eso mismo pasó con Aeropuertos. A pesar de ser un libro relativamente pequeño, engancha, como decía, casi de inmediato. La narración se abre con la conversación de unos amigos/pololos que esperan volver a Chile desde México después de un viaje de estudios por el colegio. Álvaro y Fran están en el Aeropuerto de Playa del Carmen conversando acerca de su relación. Fran se arrepiente de haberse metido con Álvaro (en realidad quiere a Roque), y Álvaro le dice que es la mejor mina que pudo haber conocido.


Imagen relacionadaFran le dice entonces que está embarazada y Álvaro le pide que aborte, que no quiere tener “algo suyo dando vueltas por ahí”, que no quiere repetir la historia de mala paternidad que él tuvo con su propio padre. Fran le responde que lo va a tener. Y lo tiene. Álvaro le pide que lo llame Pablo, Pablo Honey, como el álbum de Radiohead, bien conocido por ser la banda más alegre de todos los tiempos, como sabrán.


Pasan los años y Pablo se va desconectando más y más del mundo y de sus padres. Álvaro es un sujeto distante que intenta a veces retomar vínculos con su hijo pero no lo logra. Pablo establece desde un primer momento una barrera infranqueable que Álvaro no sabe cómo tomar. Entonces le entra la rabia y explota, alejando aún más el escaso contacto entre ambos:

 “… y otra cosa hueoncito, hazte el choro y te vas a dar cuenta quién manda acá. Si quieres podemos ser amigos. Me da lo mismo, tampoco tenemos mucho en común. O si quieres te trato como mi padre me trataba a mí. Puedo. Ponme a prueba, pendejo. Inténtalo nomás. Ten cuidado. Ten mucho cuidado. No vengas a hacerte el que me conoces porque no: no me conoces para nada”


Álvaro suele ir a buscarlo al terminal de buses y al aeropuerto cuando Pablo viaja. Pablo vive en Valdivia con su mamá, que administra un hotel. Pablo se siente fuera del mundo y le deja mensajes a su madre diciéndole que ha decidido terminar con todo, que el amor suyo no vale porque todas las madres quieren a sus hijos pero que él no ha logrado ganarse el amor de nadie. La mamá encuentra un abrigo mojado lleno de piedras en los bolsillos y teme que algo haya ocurrido. Pero el abrigo lo encuentra en la casa, lo encuentra, es decir que Pablo a pesar de haber decidido a hacer “algo”, decide finalmente no hacerlo. Fran, la mamá, cree que algo pasó en ese momento, una experiencia de cambio, una experiencia de mutación porque luego del momento, Pablo se ve más alegre. Quizá decidió que la vida sí valía la pena. 


El libro se llama Aeropuertos y está escrito en “escenas” que presentan acciones que modifican existencialmente a los personajes. Son todos pasajes trascendentales en las historias vitales de los sujetos. Son momentos en que se comunican embarazos, en que una mujer decide entrar al baño de su ex para terminar definitivamente con él, momentos de contacto madre/hijo desesperados en que el joven se saca toda la ropa delante de la madre exponiéndole un cuerpo que ya no es de niño. El texto se llama Aeropuertos porque son todas experiencias de viaje, que marcan un nuevo rumbo en la vida de las personas, especialmente en relación a lo que significa ser madre o padre.


Me gustó mucho la novela. Fuguet tiene esa forma de presentar las relaciones entre padres e hijos profundamente nocivas que ya veíamos en Mala Onda y que vemos de nuevo en Aeropuertos. En Missing -aquel libro en que el autor se va en busca de su tío, perdido en Estados Unidos-, el personaje principal queda “maldito”, por decirlo de alguna forma, luego de recibir el mismo nombre que el de su hermano muerto. Jodorowsky bien lo expresa diciendo que recibir el mismo nombre de un difunto es nacer para ser un muerto viviente. De esta misma forma, ser un sujeto que no se deseó y que se pensó abortar, también marca con otras consecuencias la relación que pueda establecerse a futuro entre ese hijo casi abortado y la madre/padre que pensaron en su fin.


Como dije en Facebook, leer a Fuguet es irse a la segura, si es que uno sabe cuáles son los temas que el escritor seguramente tratará: un adolescente perdido en la vida, adicto a alcohol y las drogas, chato de todo y de todo el mundo.






jueves, 1 de diciembre de 2016

QUIEN PIERDE PAGA - Stephen King



Después de Mr. Mercedes, el infaltable comentario de su saga,  Finders Keepers, traducido horriblemente con el nombre de  Quien Pierde Paga. Pero bueno, habrá que acostumbrarse a estas decisiones unilaterales como los gringos del norte se tendrán que acostumbrar a Donald Trump, nada que hacer.
A pesar de que la narración ocupa los mismos personajes, la historia es otra, conectada con la anterior por un tiempo cronológico que continúa y con cuatro personajes que se repiten, algunos más protagónicos que otros. De aquí en adelante el comentario se vuelve medio spoiler, así que quien no haya leído las novelas y tenga planes de hacerlo, mejor que no continúe.
Nos encontramos ahora algunos años más adelante. Bill Hodges ha bajado de peso y trabaja más estable resolviendo casos como detective privado. Su compañera de aventuras es Holly, la sobrina de la mujer de la que se enamoró en Mr. Mercedes, hermana de la dueña del Mercedes robado con el que Brady Hartsfield atropelló a las personas del Centro Cívico. Holly trabaja recopilando datos de los sujetos investigados a través de internet y poniendo al servicio de las investigaciones sus corazonadas sobre los casos. King adora estos personajes que surgen de la nada existencial -recordemos que Holly es presentada como alguien dañada por una madre enferma mentalmente- hasta llegar a ser alguien autovalente a partir de su propia autosuperación. Es una sobreviviente, además una heroína. Sobreviviente de su propio hogar y heroína por haber salvado a la muchedumbre enardecida de adolescentes del loco que los pretendía hacer volar por los aires en Mr. Mercedes.
El trío magnífico, Hodges, Jerome y Holly, se presenta ahora en Quien pierde paga para ayudar a Peter, un adolescente de 17 años que se mete en serios problemas tras encontrar un cofre escondido lleno de cuadernos y dinero. Peter no sabe que lo que acaba de hallar es la evidencia de un crimen cometido 30 años antes por un loco asesino llamado Morris Bellamy. Bellamy, entonces encarcelado por violación (jamás lo pudieron culpar del crimen) esperaba ansiosamente el momento de su liberación con el único fin de volver a recuperar el cofre y leer los cuadernos robados tantos años atrás, cuando, desesperado, asesina de un balazo en la cabeza al creador de su personaje vital, John Rothstein, un célebre pero recluido escritor. Morris lo asesina con el único fin de vengar a Jimmy Gold, personaje creado por Rothstein, llevándose no solo los cuadernos donde el escritor había seguido desarrollándolo en novelas no publicadas, sino también el dinero encontrado en el lugar.
Morris alcanza a esconder todo en un cofre antes de ser arrestado. Lo esconde bajo un árbol y pasa 30 años en prisión solo con la idea de que cuando salga, volverá a desenterrarlo. El problema es que cuando sale, los cuadernos no están. Obvio, el pequeño Peter los había sacado primero. Entonces Morris, desesperado, se dirige donde un amigo que sabía de sus planes, Andy Halliday, pues sospecha que éste los haya descubierto y se haya quedado con ellos. Andy le dice que a pesar de que él no los sacó, sí sabe quién los tiene, el pequeño Peter, quien casualmente vive en la misma casa de Morris cuando éste era joven y que se ha acercado a él estos últimos días para ofrecérselos en venta (¿por qué los quería vender? Pues para tener dinero y poder pagar la universidad de su hermana… qué lindo, ¿no?. Gran error el confesar. Morris es un asesino salvaje y luego de obtenida la información no duda matar a Andy a hachazos y esperar en su misma tienda –no había dicho que Andy era un coleccionista y vendedor de libros antiguos- la llegada de joven rapaz. Cuando Peter llega, capta algo extraño, el olor, que hubiese otro vendedor, algo en el aire. Morris le hace pasar entonces a la oficina del comerciante, donde supuestamente lo esperaba y es cuando Peter ilusamente cae en la trampa, que se da cuenta que todo se ha puesto color de hormiga. Andy muerto en el suelo y con Morris detrás de él preguntándole por los cuadernos. Peter no es tonto y sabe que si habla es hombre muerto. Sabe perfectamente que su garantía de vida es mantener el momento lo más posible. Mientras no indique dónde están los cuadernos, Morris lo dejará vivir. Después de forcejear un poco, un florero para acá, otro para allá, un balazo y un correr rápido, Peter sale de la tienda y se acuerda del inspector Hodges, que previamente había conversado con él por un dinero que había estado llegando misteriosamente a la casa (Tina, la hermana de Peter, se había acercado a nuestro investigador estrella para contarle que su hermano estaba actuando muy extraño luego de que la familia recibiera ese dinero y que ella sospechaba que era su hermano quien estaba detrás del asunto). Peter lo llama y le cuenta todo. Hodges, ya en compañía de su dúo dinámico (Jerome y Holly) se dirigen a la casa de Peter sabiendo que Morris probablemente también para allá, con la peor de las intenciones.
Cuando Peter llega a la casa, se encuentra con su madre acostada en un charco de sangre por una bala que afortunadamente no entró en el cráneo, viva pero mal herida. La madre le dice que el hombre llegó y se llevó a la hermana como rehén para buscar los cuadernos. Peter sale disparado a buscarlos sin antes tomar un frasco de líquido de encendedores y un encendedor.
El hombre malo efectivamente se ha llevado a Tina y le ha roto una pierna. Se encuentran los dos en el polideportivo (¿será la versión gringa de un gimnasio?) abandonado. Peter llega y entra al recinto, abriendo las cajas donde tenía guardados los cuadernos y repartiéndolos por el suelo. Luego, muy a lo Cabo de Miedo, echa líquido sobre ellos y con el dolor de su alma (lo único en común que tiene con Morris), le acerca un encendedor. Morris espantado intenta que no lo haga, pero finalmente el encendedor cae y enciende todo. (Me disculpan pero me he saltado la escena en que Hodges lucha con todas sus fuerzas contra el diabólico Morris, parte del crédito es también del inspector). Morris vuelto loco se arroja al fuego y mientras el edificio completo arde, Hodges, Peter y su hermana salen por una ventana y salvan su vida.
El libro es excelente. Al igual que en el anterior, Mr. Mercedes, no hay mejor forma de ver la articulación casi anatómica de una narración, que en las novelas policiales. A pesar de que todo lo que sucede en la historia resulta improbable en la vida real, la narración nunca deja de ser verosímil.
Un elemento me llamó la atención y he sabido que también a otros lectores. Y es el toque sobrenatural que de una u otra forma logran apropiarse de las páginas de King. En esta novela Brady Hartsfield es un sujeto que luego de despertar del coma por el porrazo recibido, cuenta con un poder especial: telekinesis. Hodges lo visita a menudo al hospital donde está recluido y se queda por largo rato mirándolo sin dejar de preguntarse si hay alguien detrás de esos ojos que le devuelvan la mirada también.
Ocurre un incidente que no tiene que ver solo con que la foto de Brad y su madre se caiga del velador sin que nadie la toque. Ocurre que una de las enfermeras se suicida en un baño aparentemente cortándose las venas, sin embargo no se encuentran elementos en el lugar con que pueda hacerlo. Los espejos son de metal pulido y no de vidrio. King retoma en esta escena momentos presentados en otros libros… ¿adivinaron ya cuál?... así es: “LA TORMENTA DEL SIGLO”. Recordemos que en esta excelente narración (otra de las buenas obras del maestro), André Linoge puede inducir a las personas a que se dañen o se autoeliminen solo con el poder de la ¿magia?... ¿telekinesis?, demostrando así su poder. Como he dicho previamente, hablar de plagio es exagerar las cosas. Utilizar recursos presentados en otros textos es más honesto.
En fin. Me imagino que King tomará estos elementos sobrenaturales en la última parte de la trilogía, End of Watch, todavía sin traducir al español. Sería interesante ver al inspector Hodges luchando contra fuerzas que van más allá de su razonamiento y comprensión. Quizás en una de esas, muy a lo REVIVAL, se une con su amada, muerta en trágicas circunstancias por una bomba instalada en un auto.
Hablar de cualquier obra de King es referirse finalmente de un solo universo.

martes, 22 de noviembre de 2016

De Mr. Mercedes y el Sherlock Holmes



A pesar de que se le ha conocido a “Mr. Mercedes” como la primera novela policial de Stephen King, lo cierto es que el maestro se ha paseado previamente por estos lugares con otros relatos. 
 
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Imagen relacionadaMisery es una novela policial en cierto sentido, que quizá no ha sido tan considerada desde este género puesto que la narración aborda casi completamente la experiencia de la víctima Paul Sheldon, un escritor secuestrado por una enfermera desquiciada que se esfuerza por mantenerlo alejado del mundo. Leí Misery cuando estaba en el preuniversitario, allá lejos en el año 2002, después de la caída de las Torres Gemelas y cuando todavía pensaba que mis destinos iban de la mano con la biología. Equivocado estaba. Terminé estudiando psicología y haciéndome amigo inseparable de los libros. Quizá ahora habría estudiado literatura. 

 En fin, nobody knows. ¿En qué iba? Ah, que leía Misery cuando estaba en el preuniversitario en la católica en Santiago. Para esos años, las clases de los que aspirábamos a las aulas universitarias se hacían en las mismas salas que los estudiantes de la UC y, como he dicho, me gustaba biología, gran parte de las clases las tenía en la Escuela de Medicina de la UC. Siempre me llamó la atención cómo los estudiantes miraban la portada del libro. Bueno, no era para menos, una mano ensangrentada se deslizaba por un vidrio dejando una huella roja hacia abajo, algo así como la mano de Leonardo di Caprio en Titanic cuando se folla a Rose, pero en versión macabra. La cosa es que Misery inaugura en realidad, diría yo, ese género del maestro que se mete en los recovecos policiales de sujetos que se pierden y policías que los buscan. Algo así cuenta Mr. Mercedes, el juego del gato y el ratón en que ambos se miran pero el vidrio polarizado que los separa les impide reconocerse.

Imagen relacionadaLa historia se lee desde la experiencia de un sujeto que si bien no es policía –el inspector Hodges se encuentra ya jubilado-, se perfila perfectamente como el antihéroe que retoma el único caso que le quedó sin resolver: el del conductor desquiciado que tras el volante de un Mercedes Benz masacra a un grupo de personas que se encontraban haciendo fila para una feria laboral. Digo antihéroe porque es un gordo adicto a la tele y a la cerveza que una vez jubilado y preso de la desidia del día a día sin sentido, lo más cercano que tiene es un revolver con el que constantemente juega a ponerse en la boca y a fantasear con utilizarlo… uy. Hasta que un buen día, recibe una carta. Sí, como pensarán, la carta es del loco asesino que no pudo apresar. Entonces la acción se inicia y la cacería cobra forma. Acompañado de un grupo de diversos personajes, su jardinero negro y la sobrina de una amante van desentrañando página a página hasta llegar a un desenlace que, como saben, callaré, para que puedan leer el libro y disfrutarlo como yo lo hice.
El género policial es todo un cuento, todo un mundo, un microcosmos. Recuerdo cuando leía la trilogía de Hannibal Lecter –El dragón rojo, El silencio de los inocentes, Hannibal– y pensaba que un engranaje tan perfecto no podía haber salido de una mente humana. Recuerdo haber llegado a dudar si es que la historia era en realidad inventada o algo de verdad había ahí. El género policial tiene ese atributo, crea engranajes que deben encajar pieza a pieza para que la historia cuaje, o de lo contrario la narración no resulta. Edgar Allan Poe también lo sabía y lo expresó muy bien en “Los crímenes de la calle Morgue”. Ningún otro género permite comprender o verificar o leer de forma tan certera exacta, la maquina creativa que el autor pone frente a los ojos de sus lectores. Otros géneros explorarán otros elementos de la existencia a través de otros mecanismos, pero la deducción, inducción y todas aquellas demostraciones de inteligencia, forman casi partes elementales de la novela policial. Lo mismo sucede en El nombre de la Rosa, que bien sabemos, presenta a un Sherlock Holmes vestido de fraile acompañado también de su Dr. Watson. Mr. Mercedes también ocupa este recurso y le pone al genio Bill Hodges junto a su(s) buen(os) sabueso(s), Holly y Jerome, uno el jardinero negro (digo negro porque es un aspecto que el narrador nos remarca a cada instante), y Holly, la sobrina de la difunta amante del inspector Hodges, Janey, quien es a su vez la hermana de Olivia, dueña del Mercedes, quien comete suicidio algunos meses después de la catástrofe matanza.
Escribo en parte esto para recordar el libro cuando pasen los años y a mi mente hayan llegado nuevas páginas. Sin embargo, como también lo escribo para cualquier persona que quiera leer alguna opinión sobre los textos que leo y que posiblemente pretende leer él/ella también, omito cierta información importante sobre la narración. Mi intención no es dañar las ganas de leer sino motivarlas y eso se logra poniendo la zanahoria por delante del conejo evitando que se la coma.
Mr. Mercedes es un excelente libro lleno de intriga que continúa luego con Quien pierde paga (que ya estoy a punto de terminar pero que luego comentaré). Muestra la maestría de King al dejar ver al lector los engranajes inteligentes que dan soporte a la historia policial, a través de una mente retorcida y psicopática, y de otra benevolente y en busca de justicia.