Vale, Stephen King es un dios y no me avergüenza reconocerlo. Lo admiro como escritor y pienso que es un excelente narrador. Como a muchos, me animó a mí y a cientos a encontrar verdadero placer en las letras a través de sus narraciones. A pesar de lo que le enrostren los críticos como Harold Bloom, quien en una desafortunada acción califica su literatura como basura, lo que realmente importa en la lectura es que abra espacio a la reflexión, y si la reflexión la encontramos a partir de elementos sobrenaturales, elementos fantásticos, elementos cotidianos y terroríficos, pues bienvenida sea.
Hoy comento el fin de la trilogía de Bill Hodges y Brady Hartsfield, que comienza con Mr. Mercedes, pasa por Finders Keepers (mal traducida por Quien Pierde Paga) y termina con Fin de Guardia. En esta última novela se encuentran nuevamente Bill Hodges y Brady, su eterno archi enemigo, su guasón, su rival, para poner fin a la competencia entre el bien y el mal. Recordemos que Brady ha quedado en estado vegetal en la primera novela cuando Holly Gibney, el robin de Batman, podríamos decir, le ha pegado en la cabeza al psicópatico muchacho y le ha dejado el cerebro frito (como dirían los personajes). Sin embargo en la segunda novela veíamos resurgir desde las cenizas las pocas brasas que no quedaron completamente apagadas y en esta tercera narración, aquellos pedazos de carbón moribundo que cobran fuerza e inician nuevo fuego. Brady, esta vez, ayudado por un medicamento experimental, desarrolla una serie de poderes cerebrales que le permiten inicialmente la habilidad de la telekinesis (mover cosas con la mente). Este tema le fascina a Stephen King, hay de decirlo, así comienza su carrera, con Carrie, y la retoma en esta nueva novela, las capacidades no exploradas de la mente. Pero Brady, obviamente, no se queda solamente en el control de objetos sino que al poco tiempo descubre que a través de dispositivos electrónicos, es capaz de una especie de telekinesis mental, vale decir, que puede entrar y "mover" las mentes de otras personas. De mesta manera comienza a organizar un plan macabro, cobrar venganza de todas las adolescentes que no pudo acribillar en el concierto de 'Round Here, por el porrazo que le dio Holly y que casi le vuela la cabeza. De esta manera Billy Hodges comienza la nueva carrera por impedir que el malévolo Brady se salga con las suyas, solo que ahora, afectado por un cáncer de páncreas avanzado, ya no tiene ni mínimamente la energía que antes le permitió enfrentar a su archi enemigo.
La novela me gustó mucho pero no me fascinó como sí lo hicieron las dos anteriores, que eran completamente policiales. Quizás el aspecto paranormal y poco probable de la telekinesis, en este caso, le redujo un poco el mérito porque me distanciaba de la realidad. Una pequeña ampolleta en la mente de los lectores nos dice que a pesar de que la historia esté estructurada de manera perfecta, no es posible creernos algo así. Y ese no creernos algo así, nos aleja un poco de la verosimilitud, elemento tan esencial para una buena narración. Dejando de lado ese aspecto, la historia es muy buena, muy entretenida y emotiva, muy humana, vaya que sí. King logra encajar magistralmente todas las piezas que va presentando de poco a poco, de tal manera que al final de la historia contemplamos la maquinaria total, con todos sus engranajes, funcionando sincronizadamente sin ningún cabo suelto. Una melodía casi perfecta.
Hubo un aspecto que me llamó la atención. En la primera página de la novela King dedica el libro a Thomas Harris (recordemos, el creador de la también trilogía (ahora caigo en cuenta) del Dr. Lecter: El silencio de los corderos, El dragón rojo y Hannibal). Debo decir que cuando leí a Harris, hace ya algunos años, quedé también impresionado por la congruencia de los hechos que le dan calidad a cualquier novela policial o detectivesca. Me puse a pensar en qué elementos de la narrativa de Harris se habrá fijado King, como para dedicarle el libro. Y no fue dificil encontrarlo: el momento casi solemne en que Hodges toma el teléfono de Fredi y contesta sin saber que al otro lado se encontraba Brady. Esta escena nos recuerda el momento en que Hannibal contesta el teléfono del inspecto Rinaldo Pazzi, ya atado y próximo a morir, para encontrarse ahí, casi face to face con su amada rival: Clarice Starling. El segundo momento que nos recuerda a las novelas de Harris, es cuando Starling encuentra por su propia cuenta la casa de Jame Gumb y éste, algunos minutos después, la persigue por la casa a oscuras sin que ella lo vea, utilizando un visor nocturno. No describiré la escena en la novela de King que nos recuerda esta secuencia, deben leerla y encontrarla por ustedes mismos, jeje.
En fin. La novela recuerda mucho la maestría de King para mover las emociones de sus lectores. La terminé de leer anoche y quedé insomne durante un buen rato sin poder pegar ojo. Recuerda en ese sentido el trabajo magistral de La Milla Verde (The Green Mile) y lo emocional que nos pusimos todos al leerla.
Fin de Guardia constituye un muy buen trabajo, y se transforma en el punto perfecto, el broche de oro, por así decirlo, para cerrar la saga de Hodges y Holly. Solo me queda una interrogante. Si ambos protagonistas dejan el mundo casi al mismo tiempo, ¿seguirán batallando allá, al otro lado de la realidad, uno comandando las huestes celestes mientras el otro las del inframundo? Ahí te va una idea, maestro King! :)
jueves, 9 de noviembre de 2017
De "La luz en casa de los demás" - Chiara Gamberale
Hago un alto en la lectura de Fin
de Guardia de Stephen King para no romper esta meta que me he propuesto: decir
algunas palabras de cada libro que lea. Hoy le toca el turno a “La luz en casa
de los demás” de la italiana Chiara Gamberale.
El libro trata de Mandorla, una
niña que a sus cortos años queda huérfana (la mamá se mata en un accidente en
moto) y, por la petición de la propia madre, debe ser cuidada por los mismos
vecinos del edificio que ella administraba. ¿La razón? Pues porque entre los
hombres que viven ahí –todos emparejados y con sus respectivas familias, hay
que decirlo- vive también el padre de la niña. En una reunión extraordinaria del
comité de vecinos, deciden que entre todas las familias se harán cargo de la
niña, esto principalmente para evitar conocer el nombre del padre, y destruir
el hogar que éste probablemente conforma.
De esta manera Mandorla
transitará por cada departamento al cuidado de cada grupo, vivenciando las
diversas maneras de ser familia, haciéndose amigos de algunos y enamorándose de
otros a medida que crece.
El libro me gustó, pero la verdad
no tanto. Esa manera que tiene en un comienzo para divagar a través de la
escritura me anduvo perdiendo por varias páginas y ya finalmente me rendía con
tratar de seguirle el ritmo. Como a mitad de libro comprendí que lo que se
proponía, probablemente, era recrear la misma “cadencia” de pensamientos que
vivía Mandorla en sus diversas edades. Pensamiento infantil de niña, y ya más
estructurado de adolescente. En varios momentos estuve a punto de dejarlo pero
como he dicho antes, me animó la idea de que otros libros han deparado
agradables sorpresas cuando vencemos los primeros escollos. Como digo, me gustó
pero no tanto. A ratos el libro se vuelve muy emotivo y certero cuando reflexiona
sobre el amor y cómo este sentimiento logra unir hasta a los sujetos más
diversos. Creo que me quedo con eso del texto. Con esas breves pero ricas
enseñanzas.
De "El guardián invisible" - Dolores Redondo
No sé por qué he demorado tanto en empezar a
escribir esta reseña. Quizás no sabía cómo iniciarla, qué palabras ocupar o
cuál era la percepción que había dejado el libro en mí, después de algunas
semanas de terminarlo. Mi amiga Dafna me obligó a leerlo. Utilizó un argumento
retórico para que lo comenzara y adujo el precio del libro como motivo más que
suficiente para que debiese mostrarme interesado: “Si supieras cuando me
costó”, me dijo. La verdad, me lo había regalado hace ya algunos meses y no
lograba entender que mi ritmo de lectura fuese distinto al orden en que recibo
los libros (comprados o regalados). El asunto es que lo comencé a leer y a
pesar de que estuve a punto de dejarlo varias veces, continué solo por
compromiso. Me había pasado previamente con otros libros que a pesar de querer
abandonar la lectura, los continué y fueron algunos de los mejores que he
leído. Si éste era uno de ésos, no quería perderme la oportunidad de
apreciarlo. Con esa esperanza seguí leyendo. Al cabo de algunas páginas esa
esperanza se hizo realidad y luego continué página a página expectante por
conocer qué venía en los capítulos siguientes.
La novela se ambienta en el Valle de Baztán,
España, donde ocurren una serie de horribles asesinatos de mujeres
adolescentes. Todas las víctimas han sido encontradas al borde de un río, con
el pubis afeitado y con un dulce típico de la zona (txantxigorri) sobre
los genitales. Amaia Salazar comienza a investigar el caso y al poco tiempo
la asignan como detective jefe, hecho que despierta recelo en algunos de sus
compañeros de trabajo. La policía debe trasladarse entonces hasta el lugar
donde han ocurrido las muertes, que corresponde también al lugar donde vive
toda su familia y desde donde siempre ha querido escapar. La novela
explora ambos ejes: la vida familiar y profesional de la detective.
Familiarmente se encuentra marcada por un pasado negro lleno de dolor cuya
figura central radica en la madre de la policía: una mujer desquiciada que se
atraviesa en la novela como figura fantasmal que va y viene constantemente.
Profesionalmente el personaje debe enfrentarse a las críticas constantes de
algunos miembros de su equipo. Amaia no sabe qué hacer ante la imposibilidad de
encontrar a un asesino que se le escapa de las manos y que parece burlarse de
todos cosechando más y más víctimas. Las pistas solo parecen llevar a lugares
sin destino que se pierden en un horizonte a la vez mítico y a la vez real.
Solo cuando las esperanzas están perdidas, el Basajaun, una especie de Pie
Grande protector de los bosques, se deja ver para mostrar a Amaia que a pesar
de lo extraviada que pueda estar, existen fuerzas que van más allá de su
comprensión que la protegen.
La novela es parte de una trilogía. El
guardián invisible, la primera de las tres entregas, recuerda bastante
a Heridas abiertas de Gillian Flynn, solo que esta vez no
es una periodista la que debe abrir sus heridas al volver a su casa de
infancia, sino nuestra policía Amaia Salazar.
A pesar de que la novela a ratos parece entrar en
excesivos detalles con respecto a las relaciones familiares de la protagonista
–digo excesivos porque en un comienzo no se ve con claridad el vínculo entre su
trabajo y su vida familiar-, luego de la mitad del libro comprendemos que gran
parte de los hechos presentados se justifican en aras de la investigación que
el personaje lleva a cabo. Es decir, no son relaciones que la autora presente
sin razón. Este vínculo tardío pero presente resulta importante puesto que
siempre una historia debe justificar la aparición de sus actos, escenas,
interacciones, para contribuir de alguna forma a la narración que propone. De
lo contrario la ficción parece falsa, trunca, y el lector pierde el norte con
respecto a lo planteado. Da la sensación de que el trabajo no ha sido lo
suficientemente pulido.
Con respecto a esto último, quizá si pudiera
hacerse alguna crítica a la novela, ésta tendría que ver con lo dicho, vale
decir, que el vínculo entre lo laboral y lo familiar no queda claro hasta que
ya vamos terminando la narración. Otro aspecto que queda sin atar pero que
asumimos como material para las otras partes de la trilogía, es la presencia de
estos seres mitológicos que caminan tras bambalinas durante la narración: el
Basajaun y una especie de hada que se le aparece a Amaia en uno de los cerros
cuando va de excursión.
La lectura fue interesante y finalmente
entretenida. Sin embargo creo que pasará algún tiempo hasta que tome algo nuevo
de esta autora.
viernes, 1 de septiembre de 2017
De MÁS ALLÁ DEL INVIERNO - Isabel Allende
Hoy quiero comentarles mi primera experiencia como lector de Isabel Allende, la escritora chilena acusada por todo el establishment literario de ser una novelista light. Acabo de terminar la lectura de Más allá del invierno y la verdad es que quedé fascinado. A pesar de que hace algún tiempo me había rendido con ella porque todos sus textos me
cansaban y al final terminaba dejándolos de lado, decidí adquirir una copia de Más allá del invierno porque me agradó el diseño de la portada (sí,
nuevamente el poder de la mercadotecnia) y el breve resumen de la historia: "A raíz de una tremenda tormenta de nieve en Nueva York, Isabel Allende nos presenta a tres personajes que se hallan en el invierno de su vida, una atrevida mujer chilena, una joven guatemalteca indocumentada y un cauteloso profesor universitario. Pero todos ellos, unidos por una dramática aventura, descubrirán su fuerza interior y el verano invencible que llevan en el alma". Adoro el invierno y leer una novela que transcurriera en una tormenta
de nieve me parecía lo más cálido que pudiese encontrar… algo paradójico. Lo vi primero en BUSCALIBRE
y luego, un día cuando fui de compras al supermercado, me lo
topé y ya no pude resistirme. Desembolsé el dinero (harto más caro que en Buscalibre, pero así es la compulsión de los compradores de libros de vez en cuando) y me lo llevé a casa para comenzar a leerlo de inmediato.
La novela presenta la historia de varios personajes pero todos anclados en la vida
de tres: Lucía Maraz, Evelyn y Richard. La protagonista es Lucía, una profesora
chilena que asiste como visitante a la Universidad de Nueva York y que se
hospeda durante ese tiempo en la casa de un colega: el rutinario
profesor Richard. Un día de tormenta en que los noticiarios no dejan de pedir a
los neoyorkinos que no salgan de sus casas a menos que sea estrictamente
necesario, la rutina inquebrantable de Richard se altera y debe salir
apresuradamente para llevar a su gata envenenada a una clínica veterinaria. En el camino de
regreso sufre un percance que modificará su vida por siempre: las ruedas de su auto se resbalan en el
hielo y choca por detrás a otro automóvil. La pequeña mujer que
conduce es Evelyn, una indocumentada guatemalteca que
termina llegando a la casa del profesor. Richard, sin saber muy bien qué hacer,
le pide a Lucía que lo ayude con la frágil latinoamericana que se presenta sin
dar razones en aparente estado de shock: no habla, no se comunica, solo llora.
Los tres entonces se ven en una encrucijada de la que no sabrán en un comienzo
cómo salir: Evelyn, la pequeña guatemalteca, trae un cadáver en el maletero de su auto.
A
partir de entonces comienzan a preguntarse cuál es la mejor manera de ayudar a esta joven y deciden emprender un viaje para deshacerse del cuerpo. La novela es la
historia de ese viaje, que a medida que avanza permite a los tres irse
conociendo poco a poco, con el caudal de experiencias terribles que los han ido
tranformando en las personas dañadas que son en el presente. La
novela, en este sentido, es una historia de superación, que permite al lector ser
testigo de los procesos a través de los cuales se cultiva la resiliencia y la capacidad de salir adelante. Si los tres están vivos luego de vivir
situaciones que a otros habrían matado, es porque los tres encuentran en
diversos elementos la fortaleza suficiente para poder sobrevivir.
MÁS
ALLÁ DEL INVIERNO
plantea la idea de que a pesar de que la vida puede volverse horrible,
siempre detrás de las nubes aparece el sol. Idea manoseada, cierto, algo cliché, también, pero que
nos reconforta y agrada. Si leemos a Isabel Allende, debemos hacerlo a sabiendas que sus historias nos demuestran que por lo menos en la vida ficticia
puede haber claridad luego de lo oscuro, aunque en la vida real el asunto sea
un poco distinto y contemos con un caudal de escritores que así lo demuestran. Ante la pregunta de ¿por qué la lee todo el mundo?, pues porque son esas las
narraciones que alcanzan un público masivo, historias en que sabemos que habrá
esperanza y no apocalipsis, donde lo enrevesado de la vida finalmente escogerá
un final feliz. Desde mi punto de vista esto no tiene nada de malo y no lo hace tampoco menos profundo.
El
libro me gustó mucho, me entretuvo y lo recomiendo para sobrellevar esos momentos
de la vida en que necesitamos encontrar un espacio donde poder descansar y
guarecernos de lo arduo de la existencia. Como dice el también chileno Camilo Marks: “básicamente, hay dos maneras de leer a Isabel
Allende. La primera consiste en escudriñar los defectos de sus libros,
exponerlos con lujo de detalles y enviarla a los quintos infiernos con una
inapelable, satisfecha, fundada sentencia condenatoria. La segunda, parte de la
premisa de que es legítimo pasar un buen rato leyendo sus narraciones, puesto
que son entretenidas, no cuesta dejarse atrapar por ellas y poseen mérito que
atraen al público masivo o a lectores más exigentes. Entre ambos extremos se ve
difícil encontrar un término medio: hay quienes siempre la odiarán, en tanto
otros se fascinarán ante cada nuevo título suyo”.
Yo
opto definitivamente por la segunda opción.
lunes, 14 de agosto de 2017
Neuróti@s - Constanza Michelson
Hoy vengo a comentar
este libro, que me llegó hace poco por BUSCALIBRE. Qué buena página esa, me
encanta. Todo llega a su tiempo y en excelente estado. Bueno, a lo que voy. De pronto sucede que una
portada te llama la atención y no solo eso, sino que la empiezas a ver en cada
anuncio. Quizá sea el trabajo de los llamados “cookies”, saber qué pinchas, qué
te interesa y empezar a ofrecerte propaganda sobre artículos relacionados. Algo
así me imagino que pasó con este libro porque de pronto lo empecé a ver en
todos lados, como una lluvia de “Neuróticos” diciéndome “¡cómprame, cómprame!”,
así que lo compré.
El libro de Michelson |
¡Sorpresa!, la autora
del libro, Constanza Michelson, era una colega que había estudiado en mi misma
universidad, la UDP (Universidad Diego Portales). Me cayó simpática. Empecé a
leerlo. Al principio todo bien. La psicóloga presenta el concepto de la
neurosis y lo propone como método de lectura de ciertas prácticas sociales.
Según ella, la neurosis como concepto trabajado por Freud, permite entender por
qué actuamos como actuamos, a partir del deseo de ser amados y aceptados por el
resto; vale decir, Michelson presenta a la neurosis no como un mal a evitar,
sino como un mal necesario que nos lleva hacia el deseo de actuar para encajar en una cultura particular. Ahora
bien, se pregunta la autora, ¿qué sucede cuando no podemos determinar qué tanto
de lo que hacemos, lo hacemos porque al
resto le resulta deseable y no a nosotros? Surge el concepto de “la cultura”
como la cocina que va cambiando de composición química los deseos pulsionales
para cocinarlos, para transformarlos en otra cosa: ya no somos puramente deseo desbocado únicamente YO, somos pulsión y deseo cocinados por el lento proceso
de transformarnos en sujetos culturales. ¿Hasta dónde hacemos lo que hacemos
porque en realidad queremos hacerlo o porque es socialmente bien visto? Esa es
la cuestión: “para la histeria (una
de los tipos de neurosis presentados junto a lo obsesivo) nadie está a la altura, ésta es la neurosis de la decepción e
insatisfacción crónica, porque para la posición histérica no hay otro que
alcance el lugar de ese Otro soñado con mayúscula” (pp.31) pero el obsesivo
“sigue manteniendo la fe en su búsqueda
de un lugar que se vuelve imposible: al Otro de la mayúscula no se llega
jamás”. Vemos que en ambos casos la neurosis nos imposibilita la llegada al
paraíso, en un caso porque al llegar a él nos damos cuenta que no es tal, y en
el otro polo porque nunca somos lo suficientemente buenos para poder
alcanzarlo. A partir de estas dos variables la psicóloga lleva a cabo un análisis de las relaciones humanas, desde lo político, citando numerosas veces
a Donald Trump, hasta las relaciones de pareja, pasando por las relaciones de
padre hijo (donde expone sabiamente lo que significa tener “al Papá” en vez de
“mi papá” o “tu papá”), etc.
El libro no me pareció
de tan fácil lectura y desafortunadamente en el canal de YouTube de la
editorial Planeta la única pregunta que quedó en el aire fue la concerniente al
tipo de público para el cual estaba escrito el texto. Simplemente quería
corroborar mis sospechas: el libro no está escrito para un público masivo.
Exige concentración y capacidad para unir ideas y gestos humorísticos que no
son tan obvios. Por tanto, cada cierto tiempo da vuelta la pregunta primera: ¿estamos entendiendo la lectura o no?
Quedan muchos párrafos no totalmente comprendidos también en parte porque
Michelson escamotea en poner ejemplos. Los ejemplos no son lo suyo, las
formulaciones teóricas sí.
Michelson plantea una
interesante reflexión a modo de apología de la neurosis: el único lugar que no
llega a verse afectado por el deseo del otro, es el lugar del psicópata. El
psicópata es el único al que no le importa el deseo del otro y por tanto las
relaciones que establece con la sociedad son meramente instrumentalizadas,
ocurren solo por su propio beneficio. De esos hay varios, y todos los
conocemos.
Me gustó el libro. Sin
embargo a ratos la lectura se hace confusa a falta de más ejemplos (ejemplos
hay pero creo que no los suficientes). Sirve para alumbrar una de las
experiencias que suceden hoy en día en torno a las relaciones interpersonales y
cómo nos paramos en esta sociedad: lo que hago, ¿lo hago porque realmente
quiero hacerlo o porque el otro espera que lo haga yo?
jueves, 20 de julio de 2017
SUDOR - Alberto Fuget
Me encanta Fuguet. Me encanta su
literatura, su escritura y la manera en que recrea las realidades de sus
personajes. Creo que he leído casi toda su obra, salvo por Todo no es suficiente. Por eso cuando supe que venía su nueva
novela, Sudor, quise adquirirla de inmediato. Por desgracia los precios
estaban por las nubes y no pude comprarla. Sin embargo demoró poco en llegar a
la Biblioteca Pública, así que apenas la vi, la tomé y llevé
a casa para comenzar a leerla.
La novela trataba de Alfredo, un
editor homosexual que prepara el lanzamiento de un libro de fotografías
publicado por la editorial Alfaguara. El evento es apoteósico, descomunal,
para el autor visitante que tiene fama de leyenda literaria: el mexicano (¿mexicano
era?) Rafael Restrepo Carvajal, escritor octogenario, acompañado de su hijo veinteañero, Rafael
Restrepo Santos. (Si Fuguet hubiera introducido toda la acción en un solo día, se habría convertido en nuestro Virginio Woolf criollo).
Alfredo y Rafael comienzan su
aventura. Ambos enganchan. Alfredo es un gay adicto al hueveo capitalino,
deseoso de buscar nuevos cuerpos y sudores. Sin embargo, a sus 41 años comienza
ya a darse cuenta que no todo en la vida es sexo. Con un pasado marcado
(marcado, manchado) por un ex, apodado “el Factor Julián”, Alfredo engancha con
las rarezas de este nuevo personaje, el poeta hemofílico, que no puede derramar
sangre por temor a morirse. Rafael Restrepo Santos aparece como un sujeto fragmentado
y contradictorio, extravagante, que transforma en literatura las penurias obscenas
de una vida llena de lujos. Es extraño. Pero detrás de esa extrañeza se esconde
la fragilidad. El histrionismo lo cubre todo y se mezcla con drogas, deseos y
desenfreno. Salen, bailan, fuman y las luces lo cubren todo hasta el descontrol.
Alfredo de a poco se convierte en su amor, en su partner y el encantamiento se
apodera de ambos. ¿Será éste?, ¿serás tú?, se pregunta solo él, nuestro editor.
Qué
pena, le responde el mexicano cuando verbaliza su inquietud,
cuando usted me vaya a ver no le voy a abrir la puerta, porque estaré con otro.
Lo sabe, ¿no? El vacío con que ha quedado después de años de camas
desconocidas le hace creer que debe existir algo más profundo que el solo
placer sexual. Las páginas avanzan rápido y el engranaje novelesco comienza a tensarse.
Aparece de pronto un tercero que distorsiona todo y la presión de la lectura se
eleva. La olla aguanta pero poco falta para que se rompa. Finalmente estalla, y
nos deja a nosotros, los lectores con la boca en el suelo y el alma en un hilo.
¿Qué diablos ha sucedido? He ahí la gracia de la narración.
La novela resulta una montaña
rusa con un laaaargo y plano comienzo. Debo reconocer que en un principio sentí
que el libro no era lo que esperaba. La historia me parecía poco estructurada,
como un chaleco a medio terminar, carente de cuidado en la edición (aunque sé
que algunos me dirán que ése es precisamente el estilo buscado) y a ratos
demasiado cuento homopornográfico explícito sin mucho norte.
En varios momentos pensé abandonar
la lectura porque no me sentía identificado para nada con los eventos descritos
(salvo que el protagonista es de Conce, aunque yo no soy de Conce pero vivo en
esa ciudad). Sin embargo, me mantuve fiel dado que con anterioridad me había
sucedido algo similar con APUNTES AUTISTAS, otro libro (no
novela) de Fuguet en que después de terminarlo, agradecí no haber desechado.
Por eso continué y reconozco que fue la decisión acertada. La narración, en un
comienzo tediosa e inconexa, empieza a encajar, a hervir, a cuajar, poco antes
de que Alfredo conozca a Rafael hijo. Las páginas avanzan rápido y terminan en
una conjunción de elementos afilados y cortantes. El final es formidable y
demuestra la pericia del escritor. Los lectores nos quedamos sorprendidos,
anonadados, atontados, sin poder parar hasta que la última página nos lleva a
un rotundo “FIN”, luego de la cual nos recostamos mirando el techo
preguntándonos “¡¿pero cómo?!”. Efectivamente, “¡¿pero cómo?!”.
No sé si decir que Fuguet
demuestra madurez en su texto. La estructura narrativa, la arquitectura que
sostiene la historia (arquitectura narrativa según Vargas Llosa), se aleja de
lo tradicional, pues alterna un mismo personaje en primera y tercera persona.
No estoy muy de acuerdo con esas alternancias o quizá no logro comprenderlas
del todo. Da la sensación de un manuscrito con poco pulido, pero es la onda que
se usa actualmente, esto de lo posmoderno y de lo autoficcional, que da la
sensación de estar leyendo crónicas o memorias en vez de una novela. Me lo creí
así, tanto que al terminar el libro me dirigí a Google para buscar los nombres
de los dos escritores. Con sorpresa me di cuenta que no eran reales. Me habría
gustado que lo fueran, para ver si los modelos coincidían con lo que desfilaba
al interior de mi cabeza. Eran personajes inventados. El autor ya no es el
jovenzuelo que escribió Mala Onda, cierto. Es capaz de dar
coherencia a 500 páginas y mezclar personajes de otros libros suyos. Da la
casualidad que hace poco había leído AEROPUERTOS (la reseña está más
abajo). Pablo Honey viene de esa novela, otro personaje dañado (Fuguet adora a
los personajes dañados de alcurnia, tipo Matías Vicuña o Pablo Honey) que
aparece nuevamente en SUDOR. Esa mezcla, ese guiño
narrativo siempre resulta entretenido y nos hace pensar en esa idea (nada
nuevo, por cierto, no lo he pensado yo) de que las obras de un autor refieren a
menudo a un mismo universo. Pablo Honey aparece como amigo, contacto, divo
inspirador del poeta hemofílico y alcanza a desaparecer antes de que todo vuele
por los aires. Alfredo lo ve e interactúa con él. Entretenido.
La novela al principio me aburrió
pero luego me conquistó y terminó por enamorarme. A quienes sean seguidores de
la obra de Fuguet les diría que le den una oportunidad y continúen la lectura,
a pesar de que los primeros dos cuartos del texto parezcan a ratos insufribles.
El texto mejora y vaya que lo hace.
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