lunes, 16 de abril de 2018

DE LA ESCRITURA O LA VIDA - Jorge Semprún


Anoche terminé de leer LA ESCRITURA O LA VIDA de Jorge Semprún. Es el primer libro que leo de él y creo que será el último. Llegué a él por el título. Me pareció sugerente y además estaba a bajo precio en la librería. Como muchos otros, no lo tomé al primer momento. Se quedó en la biblioteca por lo menos un años antes de empezar a leerlo.

Semprún plantea que su intención no es reducir su escritura a un testimonio de lo vivido en el campo de concentración de BUCHENWALD, eso lo han hecho ya muchos, sino reflexionar sobre la vida a la luz de su experiencia como prisionero. De esta manera el autor se pasea por una amplia gama de temas, que van desde algunos de los momentos vividos en el campo mismo, hasta experiencias amorosas después de su liberación. Siempre hay una pregunta que ronda su escritura: ¿cómo contar lo sucedido allá adentro?, ¿cómo y en qué momento?, ¿a quién?, ¿vale la pena hacerlo?, ¿pueden las palabras describir el horror, la encarnación del Mal mismo? Semprún se reconoce en el texto no como un superviviente, como alguien que ha evitado la muerte, sino como un hombre que la ha atravesado y ha sido modificado por ella. Es esa modificación el lugar desde donde comienza a replantearse su vida como sujeto.

El texto está narrado de forma autobiográfica, intercalando pasajes estructurados como novela (o cuento, o ficción, en definitiva). Estos últimos son los que más fáciles de comprender se me hicieron. Jorge Semprún constantemente divaga en su escritura, saltando de tópico en tópico para luego volver a los anteriores y continuar nuevamente desde ahí. Relata vivencias en las que por un pensamiento, una emoción, una percepción, continúa hacia otras narraciones para luego retomar las previas (un poco lo que hace Las mil y una noches. Parece que la influencia del texto árabe es insospechada). La verdad, como lector esa experiencia no es algo fácil  porque exige una atención que va más allá de lo que uno está acostumbrado. No es, en este sentido, una lectura cómoda en la que uno descanse. Por el contrario, constantemente uno debe releer los párrafos para lograr comprender lo planteado, especialmente por el tipo de escritura (una escritura barroca, podríamos decir, en el sentido de lo enrevesada que resulta a ratos). No digo que esto sea malo. Nadie dice que la lectura sea algo que siempre deba ser un colchón de flores. A veces es espinosa como una cancha de obstáculos y ello nos ayuda a ejercitar la comprensión. Sin embargo, no es una escritura en la que uno descanse. Es críptica y exige conocimientos filosóficos y literarios que el lector común por lo general no maneja.


Cuando comencé a leer a Paul Auster, lo hice a partir de sus textos autobiográficos para luego introducirme en los ficcionales. Creo que aquí me pasó lo mismo. Me desdigo de lo que declaré al comienzo. Probablemente sí tome otro de Semprún. Lo árido ya pasó.