Terminé de leer "Azul casi transparente" de Ryu Murakami en un bus hace pocos días. El asunto fue el siguiente: pensando que Murakami era un solo autor, compré este libro creyendo que era Haruki Murakami, craso error. La expectativa con que lo había comenzado a leer empezó a decaer progresivamente conforme pasaba las páginas y yo comenzaba a sentirme cada vez más hasta el cuello en la orgía más sórdida y sin sentido alguna vez leída. Para creer que Bukowski es un niño de pecho al lado de Ryu Murakami o que Trainspotting se reduce a las aventurillas de un grupo de aficionados a la baja vida, hay que ser bastante sucio para escribir. Ese comienzo me hizo albergar la tentación de dejarlo de lado (siempre me da vuelta la máxima de Franz Kafka en que dice que si un libro no se lee como un mazazo en la cabeza, entonces no vale la pena continuar leyéndolo). Pero cuando veía que las páginas pasaban con facilidad y que la mitad del libro se veía próxima y de ahí el final, me animé a contuar con la lectura. El libro finalmente termina salvándose cuando, en una especie de segunda parte, los protagonistas caen en el hastío de sus propias vidas y comienzan a mirar el mundo propio y el del resto a través de ese lente. Si podemos obviar de alguna forma todas las páginas sexuales que no tienen mayor sentido desde mi punto de vista, Ryu es un buen narrador. Es capaz de acercarse de forma sutil a los pensamientos comunes que todos tenemos pero que pocos sabemos que es posible traducir a palabras. Me resultaron especialmente bellas las últimas páginas del libro, en que el protagonista, también curiosamente llamado Ryu, relata sus experiencias a partir de las alas polvorientas y brillantes de una polilla, que pone en su lengua y que siente cómo le raspan la garganta, al igual que el escarabajo con el que se topa cuando cae de bruces al pasto húmedo de su ciudad, sintiéndose como un bicho él mismo recorriendo el interior de un monstruo oscuro. Esa parte del libro merece todos mis elogios por la belleza de la prosa y es el fragmento que termina salvándolo de ser solamente la experiencia burda de unos jóvenes drogadictos al borde del abismo con jeringuillas insertadas en las venas. Eso, creo que no tengo más que decir de mi primera lectura de Ryu Murakami. Ah, me da la impresión de que no volveré a tomar un libro suyo durante algún tiempo.

Creo de todas formas que así como hay lecturas que se sugieren a las personas de acuerdo a lo que trabajan, este libro debería leerlo todo estudiante de periodismo, creo que encontraría buenos elementos en él.
Eso. Lo terminé de leer cuando el bus llegaba a Concepción, justo a tiempo para guardarlo en la mochila y venir a teclear estas letras acompañado de mi infaltable copa de vino y mis gatúbelos Ramona y Simón. Buenas noches.