En realidad era cosa de tiempo
esto de que Alberto Fuguet se atreviese a declarar su homosexualidad frente a
la sociedad, cosa familiar reprimida y censurada, yo creo. Y No ficción, su última novela, funciona
de esta forma; como un largo discurso entre dos personajes que poco tienen de
ficticios: entre un hombre homosexual que va al departamento de su mejor amigo
para informarle que va a escribir sobre la relación que ambos mantuvieron.
Mientras uno se esfuerza en meter el dedo en la llaga del otro incitándolo para
que se reconozca como gay y salga del closet y la pase bien, el otro, el dueño
de casa, se niega y le repite a lo largo de todo el libro que él no es gay y
que lo que ambos tuvieron sólo fueron encuentros de dos muy buenos amigos
yuntas casi hermanos. Y así como ya lo avizoraba Pedro Lemebel en sus análisis
de las interacciones de futbolistas, para ser dos muy buenos amigos hombres o dos
jugadores de futbol abrazándose acaloradamente después de un gol, algo de
homosexualidad tiene que haber escondida por ahí.
El libro se compone como una
novela / guión corta, con tintes fílmicos, sin olvidar el largo currículo de su
autor en el séptimo arte, que se hace interesante solo para quien quiera saber
qué sucede entre dos hombres que en
algún momento se sintieron heterosexuales pero que a medida que envejecen se
dan cuenta que por ahí no va la cosa. A medida que leía intentaba mirar el
libro desde un punto de vista distinto y la verdad es que no entretiene mucho,
como digo, si uno no está interesado en conocer lo que sucede en un cuadro así.
Para añadir más sabor a la comedia, y esto quizá para el gusto de psicólogos, uno
de los personajes es limítrofe y suele cortarse los brazos para aliviar su
malestar. Lo que (me) sorprende de esto, es el giro erótico que el autor le da
a este asunto, al hacer que su personaje “asumido” encuentre placer tocando
esas llagas corporales. Habrá que estar en la piel del otro, en realidad. En
cosas de gustos no hay nada escrito. Me pareció interesante eso sí la lejanía
de los personajes con los estereotipos tradicionales del sujeto limítrofe y
homosexual, es decir, el texto fue escrito con conocimiento de causa, “desde
adentro”.
Me gustó mucho el final. Se
produce una interacción con el público lector que siempre es bienvenida, algo
así como a un cerrar de ventana, como un “hasta aquí no más”, parecido a lo que
hace Thomas Harris en ¿El silencio de los
inocentes o en Hannibal?, cuando Clarice Starling y Hannibal Lecter se
mudan a Buenos Aires y el narrador nos indica a los lectores que mejor (por
nuestro bien), los dejemos solos y tranquilos. De esa forma se cierra también
la historia de Fuguet, con la petición de uno de los dos personajes de que esa
parte que sigue no sea incluida en el texto.
El libro llegó a mis manos como
regalo de navidad. Lo quería porque me gusta la obra de Fuguet, rápida, de
hartas comas, de pocas divagaciones y porque había escuchado que la novela era
algo polémica pues constituía la declaración de su larga y sospechada
homosexualidad. A diferencia de otros, esta narración no se orienta tanto al
asunto de las clases sociales –aunque siempre está presente de forma soterrada-
sino que fantasea con las interacciones entre dos sujetos en puntos de vida
distintos.
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