martes, 20 de septiembre de 2016

Los altísimos - Hugo Correa



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Resultado de imagen para hugo correaLlegué a los altísimos por un congreso que organizaba el doctorado en literatura de la Universidad de Chile. Un amigo me había invitado a exponer el análisis de mi tesis de magister. El tema era la literatura fantástica, y como mi tesis tenía que ver con la literatura de terror chilena, dije sí, acepto, y partí a conversar con los doctores. En fin, eso no es lo que rescato en realidad. Pasó que al final de las exposiciones, un estudiante del doctorado con pinta de anarko electro punk empezó a nombrar a algunos de los autores nacionales que abordaban el tema y salió ahí, por primera vez para mis oídos y sí, con algo de vergüenza reconozco, el nombre del célebre pero desconocido escritor chileno Hugo Correa. Y ni más ni menos que de Curepto el perla.  Más tarde, tomándonos una cervezas con mi amigo luego del momento académico, le pregunto, oye… ¿por qué nunca he oído hablar del autor que comentó tu compañero?... de puro gil no más, me respondió. Y toda la razón. De puro gil no más no conocía a Hugo Correa, ese grande de las letras chilenas tan desconocido y tan importante a la vez. LOS ALTÍSIMOS, ése era el nombre de la obra cumbre que había escrito hace ya casi 70 años y que le valió en su momento el reconocimiento de dioses como Ray Bradbury e Isaac Asimov (quien por cierto murió de SIDA… luego de una transfusión, dicen). Partí a las librerías en Santiago para buscarlo pero no estaba en ninguna parte. No fue hasta que volví a mi querido Concepción que pude hallarlo en la librería Antártica a solo 8 luquitas. Baratísimo. Como la mayoría de los textos que compro, no lo leí de inmediato. Lo puse en el estante de los escritores chilenos y continué la lectura del de turno (no recuerdo cuál en este momento). Hasta que finalmente lo saqué y comencé a echarle un vistazo a las primeras páginas, en que Hernán Varela despierta en una clínica pulcramente blanca mirando el techo sin saber muy bien qué pasó. Ahí conoce a L, quien le informa que vivió una borrachera muy grande y que había sido necesario trasladarlo a un centro hospitalario. L le comunica que su nuevo nombre es X y que está en Polonia. Sí, Polonia, trasladado en avión mientras se encontraba inconsciente.  Sin embargo hay algo raro, algo en el aire o en la línea del horizonte que le hace sospechar a X que L no le está contando toda la verdad. Bueno, no diré más, para que nadie ocupe estas líneas como torpedo para algún control de lectura cuando libros como el suyo se inserten en los planes de lectura de algún establecimiento educacional (quiera Dios que así sea). Diré eso sí, que el libro es una obra excelente. Bellamente escrita, perfecta, nostálgica, hermosa, tridimensional si se quiere, fractal como diría mi buen profesor de epistemología, Fabio Merino,  que mezcla tantos elementos en un solo escenario que finalmente uno como lector no sabe muy bien cómo calificar. Es una obra de ciencia ficción, claro está, que plantea situaciones de terror, de misterio, etc. Es una obra de ciencia ficción que plantea elementos que otros, muchos años después retomaron en sus películas y en sus obras. Vemos la concatenación de autores en libros como el suyo. Somos testigos a través de sus páginas cómo las obras de unos sirven a grandes para continuar tallando las paredes de esos mundos inalcanzables. Huxley, Correa, Bradbury, Orwell, Asimov, King, Dick, todos grandes al mismo nivel, pero desafortunadamente no todos igual de conocidos.
Hace poco terminé de leer una novela corta de Hugo Correa: EL QUE MERODEA EN LA LLUVIA, y a pesar de que no está al nivel magistral de LOS ALTÍSIMOS, y que a ratos se hace un poco confusa leerla, hace de este autor chileno uno de los grandes trabajadores de la ciencia ficción, tanto a nivel mundial como nacional.

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