lunes, 5 de diciembre de 2016

AEROPUERTOS, Alberto Fuguet



Mala Onda fue el primer libro que leí de Fuguet. Me gustó el título –todo adolescente pasa por un momento en que un nombre como aquél le identifica- y luego me gustó por su contenido. Vivía en la época en que ser joven y no querer nada con la vida me parecía “cool”. Estaba un poco fuera de foco, como veo ahora desde mi joven adultez. Después de Mala Onda leí varias otras obras suyas (este es el momento en que abro Wikipedia y me doy cuenta que de las ocho novelas que ha publicado, he leído siete, solo me falta la última, Sudor, que no he podido leer porque la venden muy cara) y con todas fui quedando fascinado. Me gusta mucho Fuguet, y a pesar de que es casi mal visto reconocerlo en público (o en un blog) y que a muchos connotados no les agrade, no tengo problema en decirlo. Me gusta porque retrata abierta y brutalmente los choques humanos a través de sus personajes y la acidez de sus existencias. Un amigo me dijo este fin de semana recién pasado mientras comíamos una chorrillana al lado de la playa de Tomé que justamente no le gustaba por eso "no me gusta porque todos sus libros son lo mismo", me dijo. Bueno, en cosa de gustos no hay nada escrito. Uno busca los estilos, y si hay alguno que te agrade, bueno, continúas tu camino por esa vía.


Aeropuertos es la sexta novela del escritor. No había escuchado nunca de ella hasta que la vi en oferta en Buscalibre. Valía 3000 pesos más o menos, así que no dudé en comprarla. Cuando llegó la apilé entre los libros por leer y seguí con el del momento, uno de Stephen King, creo. Cuando por fin empecé a leerla me enganchó casi de inmediato. Digo casi porque siempre es difícil acostumbrarse a nuevos personajes cuando uno acaba de leer otro texto. Es casi como irse de intercambio a otro país con otra familia. Hay que acostumbrarse a sus formas de ser, sus mañas, etc. Eso mismo pasa con la lectura y eso mismo pasó con Aeropuertos. A pesar de ser un libro relativamente pequeño, engancha, como decía, casi de inmediato. La narración se abre con la conversación de unos amigos/pololos que esperan volver a Chile desde México después de un viaje de estudios por el colegio. Álvaro y Fran están en el Aeropuerto de Playa del Carmen conversando acerca de su relación. Fran se arrepiente de haberse metido con Álvaro (en realidad quiere a Roque), y Álvaro le dice que es la mejor mina que pudo haber conocido.


Imagen relacionadaFran le dice entonces que está embarazada y Álvaro le pide que aborte, que no quiere tener “algo suyo dando vueltas por ahí”, que no quiere repetir la historia de mala paternidad que él tuvo con su propio padre. Fran le responde que lo va a tener. Y lo tiene. Álvaro le pide que lo llame Pablo, Pablo Honey, como el álbum de Radiohead, bien conocido por ser la banda más alegre de todos los tiempos, como sabrán.


Pasan los años y Pablo se va desconectando más y más del mundo y de sus padres. Álvaro es un sujeto distante que intenta a veces retomar vínculos con su hijo pero no lo logra. Pablo establece desde un primer momento una barrera infranqueable que Álvaro no sabe cómo tomar. Entonces le entra la rabia y explota, alejando aún más el escaso contacto entre ambos:

 “… y otra cosa hueoncito, hazte el choro y te vas a dar cuenta quién manda acá. Si quieres podemos ser amigos. Me da lo mismo, tampoco tenemos mucho en común. O si quieres te trato como mi padre me trataba a mí. Puedo. Ponme a prueba, pendejo. Inténtalo nomás. Ten cuidado. Ten mucho cuidado. No vengas a hacerte el que me conoces porque no: no me conoces para nada”


Álvaro suele ir a buscarlo al terminal de buses y al aeropuerto cuando Pablo viaja. Pablo vive en Valdivia con su mamá, que administra un hotel. Pablo se siente fuera del mundo y le deja mensajes a su madre diciéndole que ha decidido terminar con todo, que el amor suyo no vale porque todas las madres quieren a sus hijos pero que él no ha logrado ganarse el amor de nadie. La mamá encuentra un abrigo mojado lleno de piedras en los bolsillos y teme que algo haya ocurrido. Pero el abrigo lo encuentra en la casa, lo encuentra, es decir que Pablo a pesar de haber decidido a hacer “algo”, decide finalmente no hacerlo. Fran, la mamá, cree que algo pasó en ese momento, una experiencia de cambio, una experiencia de mutación porque luego del momento, Pablo se ve más alegre. Quizá decidió que la vida sí valía la pena. 


El libro se llama Aeropuertos y está escrito en “escenas” que presentan acciones que modifican existencialmente a los personajes. Son todos pasajes trascendentales en las historias vitales de los sujetos. Son momentos en que se comunican embarazos, en que una mujer decide entrar al baño de su ex para terminar definitivamente con él, momentos de contacto madre/hijo desesperados en que el joven se saca toda la ropa delante de la madre exponiéndole un cuerpo que ya no es de niño. El texto se llama Aeropuertos porque son todas experiencias de viaje, que marcan un nuevo rumbo en la vida de las personas, especialmente en relación a lo que significa ser madre o padre.


Me gustó mucho la novela. Fuguet tiene esa forma de presentar las relaciones entre padres e hijos profundamente nocivas que ya veíamos en Mala Onda y que vemos de nuevo en Aeropuertos. En Missing -aquel libro en que el autor se va en busca de su tío, perdido en Estados Unidos-, el personaje principal queda “maldito”, por decirlo de alguna forma, luego de recibir el mismo nombre que el de su hermano muerto. Jodorowsky bien lo expresa diciendo que recibir el mismo nombre de un difunto es nacer para ser un muerto viviente. De esta misma forma, ser un sujeto que no se deseó y que se pensó abortar, también marca con otras consecuencias la relación que pueda establecerse a futuro entre ese hijo casi abortado y la madre/padre que pensaron en su fin.


Como dije en Facebook, leer a Fuguet es irse a la segura, si es que uno sabe cuáles son los temas que el escritor seguramente tratará: un adolescente perdido en la vida, adicto a alcohol y las drogas, chato de todo y de todo el mundo.






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