
Aeropuertos es la sexta novela
del escritor. No había escuchado nunca de ella hasta que la vi en oferta en
Buscalibre. Valía 3000 pesos más o menos, así que no dudé en comprarla. Cuando llegó
la apilé entre los libros por leer y seguí con el del momento, uno de Stephen
King, creo. Cuando por fin empecé a leerla me enganchó casi de inmediato. Digo
casi porque siempre es difícil acostumbrarse a nuevos personajes cuando uno
acaba de leer otro texto. Es casi como irse de intercambio a otro país con otra
familia. Hay que acostumbrarse a sus formas de ser, sus mañas, etc. Eso mismo
pasa con la lectura y eso mismo pasó con Aeropuertos. A pesar de ser un libro
relativamente pequeño, engancha, como decía, casi de inmediato. La narración se
abre con la conversación de unos amigos/pololos que esperan volver a Chile
desde México después de un viaje de estudios por el colegio. Álvaro y Fran están
en el Aeropuerto de Playa del Carmen conversando acerca de su relación. Fran se
arrepiente de haberse metido con Álvaro (en realidad quiere a Roque), y Álvaro
le dice que es la mejor mina que pudo haber conocido.
Pasan los años y Pablo se va
desconectando más y más del mundo y de sus padres. Álvaro es un sujeto distante
que intenta a veces retomar vínculos con su hijo pero no lo logra. Pablo
establece desde un primer momento una barrera infranqueable que Álvaro no sabe
cómo tomar. Entonces le entra la rabia y explota, alejando aún más el escaso contacto
entre ambos:
“… y otra cosa hueoncito, hazte el choro y te vas a dar cuenta quién manda acá. Si quieres podemos ser amigos. Me da lo mismo, tampoco tenemos mucho en común. O si quieres te trato como mi padre me trataba a mí. Puedo. Ponme a prueba, pendejo. Inténtalo nomás. Ten cuidado. Ten mucho cuidado. No vengas a hacerte el que me conoces porque no: no me conoces para nada”
“… y otra cosa hueoncito, hazte el choro y te vas a dar cuenta quién manda acá. Si quieres podemos ser amigos. Me da lo mismo, tampoco tenemos mucho en común. O si quieres te trato como mi padre me trataba a mí. Puedo. Ponme a prueba, pendejo. Inténtalo nomás. Ten cuidado. Ten mucho cuidado. No vengas a hacerte el que me conoces porque no: no me conoces para nada”
Álvaro suele ir a buscarlo al
terminal de buses y al aeropuerto cuando Pablo viaja. Pablo vive en Valdivia con
su mamá, que administra un hotel. Pablo se siente fuera del mundo y le deja
mensajes a su madre diciéndole que ha decidido terminar con todo, que el amor
suyo no vale porque todas las madres quieren a sus hijos pero que él no ha
logrado ganarse el amor de nadie. La mamá encuentra un abrigo mojado lleno de
piedras en los bolsillos y teme que algo haya ocurrido. Pero el abrigo lo
encuentra en la casa, lo encuentra, es decir que Pablo a pesar de haber decidido
a hacer “algo”, decide finalmente no hacerlo. Fran, la mamá, cree que algo pasó
en ese momento, una experiencia de cambio, una experiencia de mutación porque
luego del momento, Pablo se ve más alegre. Quizá decidió que la vida sí valía
la pena.
El libro se llama Aeropuertos y
está escrito en “escenas” que presentan acciones que modifican existencialmente
a los personajes. Son todos pasajes trascendentales en las historias vitales de
los sujetos. Son momentos en que se comunican embarazos, en que una mujer
decide entrar al baño de su ex para terminar definitivamente con él, momentos
de contacto madre/hijo desesperados en que el joven se saca toda la ropa
delante de la madre exponiéndole un cuerpo que ya no es de niño. El texto se
llama Aeropuertos porque son todas experiencias de viaje, que marcan un nuevo
rumbo en la vida de las personas, especialmente en relación a lo que significa
ser madre o padre.
Me gustó mucho la novela. Fuguet
tiene esa forma de presentar las relaciones entre padres e hijos profundamente
nocivas que ya veíamos en Mala Onda y que vemos de nuevo en Aeropuertos. En
Missing -aquel libro en que el autor se va en busca de su tío, perdido en
Estados Unidos-, el personaje principal queda “maldito”, por decirlo de alguna
forma, luego de recibir el mismo nombre que el de su hermano muerto. Jodorowsky
bien lo expresa diciendo que recibir el mismo nombre de un difunto es nacer
para ser un muerto viviente. De esta misma forma, ser un sujeto que no se deseó
y que se pensó abortar, también marca con otras consecuencias la relación que pueda establecerse a futuro entre ese hijo casi abortado y la
madre/padre que pensaron en su fin.
Como dije en Facebook, leer a
Fuguet es irse a la segura, si es que uno sabe cuáles son los temas que el
escritor seguramente tratará: un adolescente perdido en la vida, adicto a alcohol y las drogas, chato de todo y de todo el mundo.
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