martes, 22 de noviembre de 2016

De Mr. Mercedes y el Sherlock Holmes



A pesar de que se le ha conocido a “Mr. Mercedes” como la primera novela policial de Stephen King, lo cierto es que el maestro se ha paseado previamente por estos lugares con otros relatos. 
 
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Imagen relacionadaMisery es una novela policial en cierto sentido, que quizá no ha sido tan considerada desde este género puesto que la narración aborda casi completamente la experiencia de la víctima Paul Sheldon, un escritor secuestrado por una enfermera desquiciada que se esfuerza por mantenerlo alejado del mundo. Leí Misery cuando estaba en el preuniversitario, allá lejos en el año 2002, después de la caída de las Torres Gemelas y cuando todavía pensaba que mis destinos iban de la mano con la biología. Equivocado estaba. Terminé estudiando psicología y haciéndome amigo inseparable de los libros. Quizá ahora habría estudiado literatura. 

 En fin, nobody knows. ¿En qué iba? Ah, que leía Misery cuando estaba en el preuniversitario en la católica en Santiago. Para esos años, las clases de los que aspirábamos a las aulas universitarias se hacían en las mismas salas que los estudiantes de la UC y, como he dicho, me gustaba biología, gran parte de las clases las tenía en la Escuela de Medicina de la UC. Siempre me llamó la atención cómo los estudiantes miraban la portada del libro. Bueno, no era para menos, una mano ensangrentada se deslizaba por un vidrio dejando una huella roja hacia abajo, algo así como la mano de Leonardo di Caprio en Titanic cuando se folla a Rose, pero en versión macabra. La cosa es que Misery inaugura en realidad, diría yo, ese género del maestro que se mete en los recovecos policiales de sujetos que se pierden y policías que los buscan. Algo así cuenta Mr. Mercedes, el juego del gato y el ratón en que ambos se miran pero el vidrio polarizado que los separa les impide reconocerse.

Imagen relacionadaLa historia se lee desde la experiencia de un sujeto que si bien no es policía –el inspector Hodges se encuentra ya jubilado-, se perfila perfectamente como el antihéroe que retoma el único caso que le quedó sin resolver: el del conductor desquiciado que tras el volante de un Mercedes Benz masacra a un grupo de personas que se encontraban haciendo fila para una feria laboral. Digo antihéroe porque es un gordo adicto a la tele y a la cerveza que una vez jubilado y preso de la desidia del día a día sin sentido, lo más cercano que tiene es un revolver con el que constantemente juega a ponerse en la boca y a fantasear con utilizarlo… uy. Hasta que un buen día, recibe una carta. Sí, como pensarán, la carta es del loco asesino que no pudo apresar. Entonces la acción se inicia y la cacería cobra forma. Acompañado de un grupo de diversos personajes, su jardinero negro y la sobrina de una amante van desentrañando página a página hasta llegar a un desenlace que, como saben, callaré, para que puedan leer el libro y disfrutarlo como yo lo hice.
El género policial es todo un cuento, todo un mundo, un microcosmos. Recuerdo cuando leía la trilogía de Hannibal Lecter –El dragón rojo, El silencio de los inocentes, Hannibal– y pensaba que un engranaje tan perfecto no podía haber salido de una mente humana. Recuerdo haber llegado a dudar si es que la historia era en realidad inventada o algo de verdad había ahí. El género policial tiene ese atributo, crea engranajes que deben encajar pieza a pieza para que la historia cuaje, o de lo contrario la narración no resulta. Edgar Allan Poe también lo sabía y lo expresó muy bien en “Los crímenes de la calle Morgue”. Ningún otro género permite comprender o verificar o leer de forma tan certera exacta, la maquina creativa que el autor pone frente a los ojos de sus lectores. Otros géneros explorarán otros elementos de la existencia a través de otros mecanismos, pero la deducción, inducción y todas aquellas demostraciones de inteligencia, forman casi partes elementales de la novela policial. Lo mismo sucede en El nombre de la Rosa, que bien sabemos, presenta a un Sherlock Holmes vestido de fraile acompañado también de su Dr. Watson. Mr. Mercedes también ocupa este recurso y le pone al genio Bill Hodges junto a su(s) buen(os) sabueso(s), Holly y Jerome, uno el jardinero negro (digo negro porque es un aspecto que el narrador nos remarca a cada instante), y Holly, la sobrina de la difunta amante del inspector Hodges, Janey, quien es a su vez la hermana de Olivia, dueña del Mercedes, quien comete suicidio algunos meses después de la catástrofe matanza.
Escribo en parte esto para recordar el libro cuando pasen los años y a mi mente hayan llegado nuevas páginas. Sin embargo, como también lo escribo para cualquier persona que quiera leer alguna opinión sobre los textos que leo y que posiblemente pretende leer él/ella también, omito cierta información importante sobre la narración. Mi intención no es dañar las ganas de leer sino motivarlas y eso se logra poniendo la zanahoria por delante del conejo evitando que se la coma.
Mr. Mercedes es un excelente libro lleno de intriga que continúa luego con Quien pierde paga (que ya estoy a punto de terminar pero que luego comentaré). Muestra la maestría de King al dejar ver al lector los engranajes inteligentes que dan soporte a la historia policial, a través de una mente retorcida y psicopática, y de otra benevolente y en busca de justicia.

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