Hago un alto en la lectura de Fin
de Guardia de Stephen King para no romper esta meta que me he propuesto: decir
algunas palabras de cada libro que lea. Hoy le toca el turno a “La luz en casa
de los demás” de la italiana Chiara Gamberale.
El libro trata de Mandorla, una
niña que a sus cortos años queda huérfana (la mamá se mata en un accidente en
moto) y, por la petición de la propia madre, debe ser cuidada por los mismos
vecinos del edificio que ella administraba. ¿La razón? Pues porque entre los
hombres que viven ahí –todos emparejados y con sus respectivas familias, hay
que decirlo- vive también el padre de la niña. En una reunión extraordinaria del
comité de vecinos, deciden que entre todas las familias se harán cargo de la
niña, esto principalmente para evitar conocer el nombre del padre, y destruir
el hogar que éste probablemente conforma.
De esta manera Mandorla
transitará por cada departamento al cuidado de cada grupo, vivenciando las
diversas maneras de ser familia, haciéndose amigos de algunos y enamorándose de
otros a medida que crece.
El libro me gustó, pero la verdad
no tanto. Esa manera que tiene en un comienzo para divagar a través de la
escritura me anduvo perdiendo por varias páginas y ya finalmente me rendía con
tratar de seguirle el ritmo. Como a mitad de libro comprendí que lo que se
proponía, probablemente, era recrear la misma “cadencia” de pensamientos que
vivía Mandorla en sus diversas edades. Pensamiento infantil de niña, y ya más
estructurado de adolescente. En varios momentos estuve a punto de dejarlo pero
como he dicho antes, me animó la idea de que otros libros han deparado
agradables sorpresas cuando vencemos los primeros escollos. Como digo, me gustó
pero no tanto. A ratos el libro se vuelve muy emotivo y certero cuando reflexiona
sobre el amor y cómo este sentimiento logra unir hasta a los sujetos más
diversos. Creo que me quedo con eso del texto. Con esas breves pero ricas
enseñanzas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario