jueves, 9 de noviembre de 2017

De "El guardián invisible" - Dolores Redondo



Resultado de imagen para el guardian invisibleNo sé por qué he demorado tanto en empezar a escribir esta reseña. Quizás no sabía cómo iniciarla, qué palabras ocupar o cuál era la percepción que había dejado el libro en mí, después de algunas semanas de terminarlo. Mi amiga Dafna me obligó a leerlo. Utilizó un argumento retórico para que lo comenzara y adujo el precio del libro como motivo más que suficiente para que debiese mostrarme interesado: “Si supieras cuando me costó”, me dijo. La verdad, me lo había regalado hace ya algunos meses y no lograba entender que mi ritmo de lectura fuese distinto al orden en que recibo los libros (comprados o regalados). El asunto es que lo comencé a leer y a pesar de que estuve a punto de dejarlo varias veces, continué solo por compromiso. Me había pasado previamente con otros libros que a pesar de querer abandonar la lectura, los continué y fueron algunos de los mejores que he leído. Si éste era uno de ésos, no quería perderme la oportunidad de apreciarlo. Con esa esperanza seguí leyendo. Al cabo de algunas páginas esa esperanza se hizo realidad y luego continué página a página expectante por conocer qué venía en los capítulos siguientes.

La novela se ambienta en el Valle de Baztán, España, donde ocurren una serie de horribles asesinatos de mujeres adolescentes. Todas las víctimas han sido encontradas al borde de un río, con el pubis afeitado y con un dulce típico de la zona (txantxigorri) sobre  los genitales. Amaia Salazar comienza a investigar el caso y al poco tiempo la asignan como detective jefe, hecho que despierta recelo en algunos de sus compañeros de trabajo. La policía debe trasladarse entonces hasta el lugar donde han ocurrido las muertes, que corresponde también al lugar donde vive toda su familia y desde donde siempre ha querido escapar.  La novela explora ambos ejes: la vida familiar y profesional de la detective. Familiarmente se encuentra marcada por un pasado negro lleno de dolor cuya figura central radica en la madre de la policía: una mujer desquiciada que se atraviesa en la novela como figura fantasmal que va y viene constantemente. Profesionalmente el personaje debe enfrentarse a las críticas constantes de algunos miembros de su equipo. Amaia no sabe qué hacer ante la imposibilidad de encontrar a un asesino que se le escapa de las manos y que parece burlarse de todos cosechando más y más víctimas. Las pistas solo parecen llevar a lugares sin destino que se pierden en un horizonte a la vez mítico y a la vez real. Solo cuando las esperanzas están perdidas, el Basajaun, una especie de Pie Grande protector de los bosques, se deja ver para mostrar a Amaia que a pesar de lo extraviada que pueda estar, existen fuerzas que van más allá de su comprensión que la protegen.

La novela es parte de una trilogía. El guardián invisible, la primera de las tres entregas, recuerda bastante a Heridas abiertas de Gillian Flynn, solo que esta vez no es una periodista la que debe abrir sus heridas al volver a su casa de infancia, sino nuestra policía Amaia Salazar. 

A pesar de que la novela a ratos parece entrar en excesivos detalles con respecto a las relaciones familiares de la protagonista –digo excesivos porque en un comienzo no se ve con claridad el vínculo entre su trabajo y su vida familiar-, luego de la mitad del libro comprendemos que gran parte de los hechos presentados se justifican en aras de la investigación que el personaje lleva a cabo. Es decir, no son relaciones que la autora presente sin razón. Este vínculo tardío pero presente resulta importante puesto que siempre una historia debe justificar la aparición de sus actos, escenas, interacciones, para contribuir de alguna forma a la narración que propone. De lo contrario la ficción parece falsa, trunca, y el lector pierde el norte con respecto a lo planteado. Da la sensación de que el trabajo no ha sido lo suficientemente pulido.

Con respecto a esto último, quizá si pudiera hacerse alguna crítica a la novela, ésta tendría que ver con lo dicho, vale decir, que el vínculo entre lo laboral y lo familiar no queda claro hasta que ya vamos terminando la narración. Otro aspecto que queda sin atar pero que asumimos como material para las otras partes de la trilogía, es la presencia de estos seres mitológicos que caminan tras bambalinas durante la narración: el Basajaun y una especie de hada que se le aparece a Amaia en uno de los cerros cuando va de excursión.

La lectura fue interesante y finalmente entretenida. Sin embargo creo que pasará algún tiempo hasta que tome algo nuevo de esta autora.


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