lunes, 4 de febrero de 2013

Simplezas

Mi vida se forma de días relativamente simples. Me levanto temprano hace cuatro años, cuando todavía está de noche, me ducho, tomo desayuno y me vengo a trabajar al campo. Como buen pájaro nocturno que soy, he debido acostumbrarme casi a la fuerza a disfrutar las mañanas.  Al contrario de lo que pueda pensarse, la gente de estos lugares tiene la misma cantidad de problemas que los de las ciudades. Cuando hay sol y el día está tan fresco y agradable como este, disfruto haber llegado a la pega. Me hago una taza de café que aromatiza el ambiente y el organismo, y me siento en mi escritorio para teclear cosas como esta, esperando que el primero de la jornada toque mi puerta. A veces llegan todos, a veces no llega ninguno. 
Tengo una pequeña ventana en la pared derecha. Cuando se van me pongo de pie y observo desde ahí el sitio vecino, cubierto de maleza desde hace años. Hay una perrita que tuvo diez cachorritos. De repente lloran todos juntos y de repente callan. 
Las mañanas son bellas de vez en cuando. El sol golpea las flores del patio con delicada suavidad y la naturaleza nos regala su sonrisa... qué cursi, ¿ah?

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